Lo bailao: cultura y violencia

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Cuando los campos del Tolima se cubrían de sangre de campesinos inocentes, el amor por la vida y la conciliación tendió un tapete de flores por entre los caminos señalados con cruces con el Festival Folclórico Colombiano, utilizando la cultura, ese medio universal en el que se desarrollan nuestras vidas, que nos da identidad cultural, fortalece nuestro sentido de pertenencia y nos enriquece espiritualmente.

Tradiciones, creencias, viandas tradicionales, música, danzas, humor, artesanías, lenguaje, hospitalidad, solidaridad, autenticidad, chicha, mistela, chirrincho y la berraca alegría que los tolimenses le ponen a sus celebraciones. Eso fue en 1959, en la época más dura de la violencia en el Tolima. El gobernador Rafael Parga Córtes y el dirigente cívico Adriano Tribín Piedrahita obtuvieron la autorización del Presidente sin solicitar un solo agente de refuerzo para la seguridad de Ibagué, ciudad que se lució con su civismo. La programación incluyó desfiles, cabalgatas, bailes callejeros con las mejores orquestas del país, Salón Nacional de Artes Plásticas, conferencias y talleres, artesanías, viandas típicas, música tradicional y juegos tradicionales, entre otros. Participaron la mayoría de los municipios del Tolima y de los departamentos, organizaciones culturales e instituciones educativas. Se contó con la presencia de varios comandantes de los insurgentes. Todo con tranquilidad y alegría. El éxito del Festival dio origen a los Festivales del Retorno en los municipios más afectados por la violencia y posteriormente arrancó con su festival. El Festival también dio origen a muchos grupos de danzas, incluido el de Sonia Osorio, agrupaciones musicales y fiestas populares. No fue necesario hacer negociaciones entre los actores del conflicto, ni hubo verificadores. Se lanzó a idea y todo el mundo participó del baile.

Bueno recordar que ‘Tirofijo’ tocaba violín y le encantaba organizar fiestas, ‘Mariachi’ tocaba guitarra y cantaba, ‘Chispas’ fue buen tiplero y compuso una canción a su tiple que sirvió a Atahualpa Yupanqui para componer su homenaje al Tolima. ‘Sangre Negra’ solía hacer reuniones con músicos campesinos, varios grupos de alzados en armas tenían su agrupación musical. Sacaban sus ratos para disfrutar de manifestaciones culturales, incluyendo el baile, lógicamente.

La cultura que ni siquiera fue mencionada en las conversaciones de La Habana demostró que es fundamental para la paz. No vale la pena quemar pólvora mojada para sacar a flote odios y rencores. Recuerde que la cultura es vida y esta es mejor que la guerra. Ya lo dijo Pepe Mujica. La vida se nos escapa minuto a minuto y no se puede comprar en el supermercado. Hay que luchar por vivirla y dar sentido a esa vida.

Es mejor bailar en paz que llorar el exterminio inútil de los campesinos.

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