Memoria y educación

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Como no recordar a José Antonio Galán y a Manuel Quintín Lame, los dos colombianos más importantes en la lucha a favor de los desposeídos. Galán realizó a primera liberación de esclavos en América, en la mina de Malpaso de Mariquita y organizó el movimiento en el Tolima Grande.

Fue traicionado cuando regresaba a Santander a tratar de revivir el Movimiento Comunero, fue apresado, descuartizado y su cabeza expuesta en Guaduas, una forma de represión que el gobierno de la época justificó.

Manuel Quintín Lame le da forma al primer movimiento indígena colombiano a principios del siglo pasado, para recuperar la tierra robada y luchar por los derechos y la dignidad de los indígenas. Preso y amarrado de pies y manos era conducido por una calle de Popayán, cuando el maestro poeta Valencia ordenó parar a los guardias parar darle varias palmadas en la cara al indígena prisionero, en un gesto político que hoy trata de revivir su nieta paloma, que dejó de hacerlo sobre las estatuas de Popayán para hacerlo en el Congreso.

Quintín Lame huye hacia el Huila donde el secretario de gobierno, luego convertido en el fraile San Anselmo de Santa Quitelia, envió una comisión de policías con la orden de matarlo. Le asesinan varios compañeros y huye hacia el Tolima, Ortega- Coyaima, Chaparral, a organizar el movimiento indígena, teniendo que luchar principalmente con los tinterillos de Ortega, expertos en legalizar tierras robadas a los indígenas.

Recupera algunas tierras y da vida a unos cabildos que aún son perseguidos por los esclavistas que impidieron el progreso en los municipios afectados por sus influencias. Este indígena ejemplar realizó un buen trabajo político, utilizando sus propias ideas, con cerca de doscientas detenciones arbitrarias y muchas mentiras en su contra.

Termino viviendo en la pobreza absoluta y con el desprecio de quienes, despectivamente, le decían Moño en Ortega. Y los indígenas que organizó siguen dando la lucha por sus resguardos. El legado de Quintín Lame, el político y luchador incansable hoy es objeto de estudio por varios investigadores, entre los cuales se destacan la ibaguereña Mónica Espinosa y el politólogo José Javier Capera, en un juicioso trabajo. Buenas herramientas para conocer lo aportado por este extraordinario indígena en favor de los desposeídos y para hacer memoria sobre lo que nos quisieron ocultar al suprimir la enseñanza de la Historia de Colombia, a la que tanto temen los beneficiados con la violencia.

Estos dos ejemplos pueden servir para demostrar la necesidad de conocer la historia del Tolima que, como es lógico, depende en gran parte de que los encargados de la educación la consideren necesaria y pertinente para lograr un país con equidad, bienestar, sin exclusión, con justicia, solidaridad y sentido de pertenencia. Pero ¿qué tenemos en provincia? Escuelas rurales abandonadas, colegios mal dotados, universidades sin compromiso con la región y algunas convertidas en ejemplo de corrupción, formando profesionales que buscan un título pensando solo en hacer dinero con el todo vale y alejados de servicio a la comunidad.

Mucha tela para cortar, pero faltan tijeras.

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