Gariteo

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Para entender el cuento sin recurrir a las académicas uribistas, me pego del Diccionario Jilosófico del Paisa (Lalinde. 1966) que define al garitero como al encargado de la “lata”, o quien recauda el porcentaje correspondiente del dueño del garito, en donde mandaba el garitero, como lo recuerda el refrán antioqueño: “sentencia de garitero, apelación a los infiernos”. Salto del antioqueño Lalinde para disfrutar los recuerdos de infancia en Santa Isabel, pueblo colonizado por Arbeláez llegados después de la Guerra de los Mil Días que se fue llenando de minas de oro y mineros, inicialmente antioqueños, y detrás de ellos llegaba: comercio, arriería, fondas, agricultura, garitos y prostíbulos. El de Santa Isabel fue bautizado como Rancho e´ fique.

Una cosa buena que llegó con las minas fue la oportunidad de trabajo para los chinches que nos ganábamos unos pesos como gariteros, llevando almuerzos –la “lata”- a los mineros. En una vara al hombro, uno llevaba cuatro o cinco portas para Las Ánimas y La Pava para algunos de los mineros que no compraban la lata en los comederos de las minas.

Después de lavar los portas, empacaba en ellos algunos encargos, especialmente unos joticos pequeños que los galafardos enviaban a las Sánchez, famosas por sus habilidades culinarias y por ser las más buscadas por los del billete; porque a las otras les tocaba en Rancho e´ Fique donde molían sin descanso, con mal trato y poca paga.

Las Sánchez tenían tolda aparte para los mandamases del pueblo. Rosa Pineda tenía el negocio en una casa grande de madera cerca al cementerio, exclusivo para los dueños de las minas. Aurita revolvía naguas con dados y póker en un reservado especial, de los muchos que funcionaban especialmente los días de mercado y en donde muchos jugadores tiraban al dado sus fortunas.

En ese ambiente creo haber recibido varias lecciones no pedidas pero muy recordadas. Conocí el sacrificio, la solidaridad y la generosidad de las mujeres que daban alegría a los mineros. Doy unos ejemplos que justifican mi admiración por ellas. La primera balsada a Santa Lucia, en Ambalema, la pude organizar gracias a la colaboración de las que trabajaban en la Casa Panda, sitio que algunos quieren convertir en sede permanente de los partidos tradicionales.

Dos de estas amigas con dos monjas me colaboraron con la organización de una jornada de juegos tradicionales en un evento cultural programado por Colcultura en Planadas. Con las de la zona de tolerancia de Bucaramanga y la Facultad de Medicina de la UIS organizamos jornada de recreación y de salud para los residentes en el sector.

En la celebración del Primer Centenario de Santa Chava, antes de construido el aeropuerto internacional, fue amable, alegre y generosa la participación de las de Rancho e´ Fique. Creo que es fácil comprender el porqué de mi repulsión a la explotación de la mujer y la plata mal habida en garitos o con juegos de azar, así sus defensores y patrocinadores se amparen en una aparente generación de trabajo digno.

Ñapa. Muy desinformados los que distribuyen información turística desconociendo que Toche pertenece a Ibagué y que los santuarios de la Palma de Cera están en Toche (Ibagué) y en Roncesvalles. Falta que saquen del Tolima a Ibagué y a Roces.

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