Los de azar

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Después de vender las lechugas, repollos, zanahorias, rábanos y pepinos expuestos sobre dos costales en el piso, separé lo para la compra de mis primeros pantalones largos y separé unas monedas para jugar al trompo, cucho y mariposa. Estando en la juega un tío me dijo al oído “deje de ser pendejo que el que juega pierde y se acostumbra a perder para llenarle la barriga a los gariteros.

En la época de las minas me conseguía unos pesos como garitero llevando en una vara varios portas con los almuerzos para unos mineros que los fines de semana subían al pueblo a rumbear en Rancho e´ Fique y a jugar dado. Veo la cara de angustia del minero que me miró agachando la cabeza: “Me perdona chino, lo perdí todo al dado y no tengo con que pagarle. Deme plazo hasta el sábado entrante.

Por la violencia la especie de supermercado de mi taita quedó reducida a una venta de tinto para los pasajeros que madrugaban para viajar a Bogotá e Ibagué y a mí me tocaba lavar la loza con agua casi congelada. Un día cualquiera llegaron unos amigos de mi taita, después de la salida de los buses. Y se pusieron a jugar dado. Finca contra finca, reses contra caballos, almacén contra camión hasta que uno de ellos quedó en la física calle y le pidió prestado a mi taita para llevar algo a la casa. Mientras hacíamos el aseo del local, antes de irme a trabajar a la huerta, el cucho me sermoneaba sin parar: “no lo eché del negocio para que lo viera con sus propios ojos”. “Para que no lo olvide y no caiga. Para eso sirven los juegos de azar. Tenga bien claro que la plata vale cuando se gana honestamente y con trabajo”.

Cuando a raíz del Festival Folclórico Colombiano se iniciaron las fiestas del retorno en los pueblos del Tolima más afectados por la violencia. Con un grupo de compañeros de la UT organizamos la de Santa Chava. Grupo musical reforzado con un saxofonista del Batallón Roock y el Girardoteño como Cantinflas, local alquilado en una esquina de la plaza, surtido para varios días. Lleno el Zamorano hasta el amanecer y los que atendimos, mamados y con sueño. Todos felices con el balance. Todo quedaba pago y sobraba surtido. Propuse recibir las utilidades iniciales y salir del negocio. Baño y desayuno para salir a la fiesta y meterme al Café Ginebra donde convirtieron una mesa de billar en una mesa de dado. Me acomodé con los que estaban jugando cuando alguien me dijo: usted es la mano. Ni idea. Treces de diez, escuche sin entender y jugué dos manos hasta que se me acercó Cuchipe: no se exponga más y venga pa la mesa.. Lucerito, que había sido galafardo en las minas y a quien le había garitiado me miró sonriendo.. siéntese y mire lo que tengo bajo la ruana, un bloque de imán. Esto es para perros y usted todavía no ladra. Esta vaina es con dados cargados y uno pela al que quiere. Estos juegos son para tumbar pendejos, mejor váyase a bailar.

Mientras unos se tiran la plata jugando trompo, chucho y mariposa a los dados o a las cartas, al bingo o al baloto, otros se tiran el país jugándole a la corrupción. Pero no todo está perdido. Dos ejemplos de magistrados honestos. Uno es Iván Velásquez que fue sacado de la Corte por las intrigas de un magistrado procesado y entetado de toga sucia, por haber destapado la parapolítica. Fue perseguido por el gobierno que quiso ser vitalicio, tuvo que salir del país y por sus investigaciones en Centroamérica es considerado uno de los mejores jueces del mundo. Los por él destapados en Colombia siguen jugando a la corrupción y dando lecciones de ética y de amor a la patria. Y la fiscal Ángela María Buitrago, quien se atrevió a acusar al coronel Plazas Vega por el asado del Palacio de Justicia, fue perseguida con falsedades en el país y en el exterior, por el periodista Ricardo Puentes Melo, quien recientemente fue condenado por su bellaquería.

.-*Ñapa. Dos huilenses son considerados tolimenses por su aporte a la cultura y el reconocimiento de sus paisanos. Rodrigo Silva, por su música y Benhur Sánchez por su aporte a la Literatura y la pintura.

.-* Ñapa y vendaje. La Paz es un deber moral, es uno de los temas que desarrolla con lujo de detalles el Jesuita Francisco de Roux, en su libro “La audacia de una paz imperfecta”, obra de un verdadero pastor de la paz, que debe ser leída por quienes creemos en la necesidad de la conciliación, en un país sin odios, explotado por quienes han utilizado la violencia en beneficio de sus intereses. Un llamado hecho por un cura que ha trabajado sin descanso, para que construyamos la paz entre todos. La paz es un valor inherente a la dignidad de todo ser humano. Un libro con propuestas claras y sencillas, para caminar hacia el país que queremos y merecemos.

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