¿Y de la corrupción qué?

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Poco a poco se acepta la condición espiritual de la cultura. Una fuente reciente, el Magazine de El Espectador, agosto 20/18, puede no gustarle a quienes quieren convertir la cultura en un objeto de mercado, una simple mercancía. Conviene recordar que la cultura da el talante moral de una sociedad, es algo que forma y transforma una comunidad y es más importante que las leyes y las instituciones (tan de capa caída donde sabemos), es lo construido por la humanidad, es vida decía un líder indígena y para Malraux “es lo que después de la muerte sigue siendo la vida”, mientras que para la Unesco es “el conjunto de rasgos distintivos espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social”. Para otros, “es la manera como las personas ven la realidad social, y como se ven entre ellas, a través de creencias que las unen, como la ciudadanía, los derechos y la patria, …” No sin razón son muchos los colombianos que afirman que la corrupción hace parte de nuestra cultura.

Algo heredamos de quienes nos descubrieron por accidente para conquistarnos. Venía de todo, hasta los marranos (herejes) que cambiaron nombres y apellidos y, además sobornaron para poder embarcarse y escapar a la persecución contra los no católicos.

Nada nuevo, y que además se puede comprobar con una mirada a nuestra verdadera historia, incluyendo los temas culturales que han fundamentado nuestra guerra interior hasta el punto de verla como necesaria para unos sectores de la sociedad, que tranquilamente convierten en tradición cultural el maltrato a los seres vivos, como el caso del extermino de los guahibos cuyo proceso se tramitó en Ibagué y le dio fama a un locutor antes de prostituir el periodismo del Tolima. La corrupción es parte de nuestra cultura tal como lo confirman los hechos. Solo cortinas de humo cuando se trata de embolatar a quienes piden ponerle fin a esta fuente de enriquecimiento y de poder político, de los que lo han detentado a lo largo de los siglos de nuestra historia.

Uno de nuestros intelectuales prometió reducirla a sus justas proporciones y solo se le recuerda por las tareas que le ayudó a hacer al hijo. Por ayudarle a sacar una raíz cuadrada casi acaba con el jardín de la casa y en geografía le indicó que el Chimborazo quedaba al sur del ombligazo.

La corrupción no se combate con toneladas de leyes y decretos armados por delincuentes. Es un proceso en el cual todos los ciudadanos debemos estar comprometidos. Juegan un papel importante la educación y la cultura. Identidad cultural, sentido de pertenencia y amor por lo nuestro incluyendo tradiciones. Es urgente la enseñanza de valores en las instituciones educativas, de la primaria a la universidad. Capacitar y darle herramientas a los profesores y padres de familia de las escuelas abandonadas del sector rural. La universidad que ha descuidado la ética, debe formar profesionales que piensen más en el servicio a la comunidad que en hacer plata como sea. Se hace necesaria la sanción moral por parte de la ciudadanía. No se puede seguir ovacionando al que después de hacerle el quite a la justicia hace ostentación de lo robado.

Ñapa.- ¿De dónde sale la asociación que hacen entre Joseph Goebbles y José Obdulio Gaviria?

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