Mis puticas

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Desde mi infancia me acostumbré a mirar con respeto y cariño a las mujeres que ejercen el oficio que es tan viejo como la humanidad. Heródoto ( 484-425 a.C ), hace mención al antiguo santuario de Afrodita la diosa griega del amor, la maternidad y la fecundidad, ubicado en Pafos, que existía miles de años antes de aparecer las religiones monoteístas.

En Chipre las mujeres tenían la obligación sagrada de tener su primera relación sexual en el santuario y lo pagado por el mismo se destinaba a la Diosa Madre, que entre sus ayudantes tenían hombres que también se prostituían. Se les llamaba Heródulas y Heródulos y hoy se les llama putas y maricas. En ese mundo las relaciones sexuales no se consideraban pecaminosas, cosa que ahora se cubre con hipocresía.

Una mirada a Cleopatra, Marco Antonio, emperadores, comandantes de ejércitos, líderes religiosos, políticos, empresarios, mafiosos y otros virtuosos, nos traslada a los días de las fletadas por Thrump, las patrocinadas por los mafiosos en los reinados de Cartagena, los cruceros de los togados y farsantes, la innovación en el turismo naranja con explotación de menores, a quienes les van a clavar el IVA, de pronto nos permite entender al cotero que compite en oratoria lesbianisticular con Camargo, cuando afirma que los mejores afrodisiacos son el poder y el dinero.

Son pocos de los que las llaman, despectivamente, putas, guarichas, prostitutas o mujeres de la vida alegre, los que se han tomado el trabajo de considerar que ellas tienen ese oficio por física necesidad, por falta de otras oportunidades y por discriminación, sin considerar que son madres ejemplares, buenas amigas, solidarias y excelentes colaboradoras en trabajos sociales y campañas culturales cuando se les brinda la oportunidad.

De casi doscientas mujeres entrevistadas en una zona de tolerancia, de una capital de departamento, solo una disfrutaba el oficio. Con el tiempo han desaparecido las zonas de tolerancia, pero proliferan los moteles, donde la mayoría va a disfrutar sin perder su estatus social.

Durante la Alcaldía de Mockus se realizó un trabajo cultural en los barrios La Perseverancia, La Candelaria y Santafé, con hijos de prostitutas y de recicladores. Un éxito total gracias a la dedicación y esmero de las madres y padres, los verdaderos gestores del evento.

Con Colcultura se realizó una jornada cultural en Planadas. Sorpresa grande para la ciudadanía fueron los juegos tradicionales organizados por una monja y la delegada de la zona de tolerancia.

La primera balsada por el río Magdalena en las Fiestas de Santa Lucía en Ambalema, con multitud de feligreses y turistas, debe su iniciación y éxito a las puticas de la Casa Panda, quienes convencieron a los primeros diez dueños de canoas y lanchas para participar en la balsada.

¡Lecciones para aprender!

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