Nuestro ADN cultural

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Nos tiene jodidos la falta de sentido de pertenencia, ese amor por la tierra, sus genes y sus tradiciones, elementos que hacen parte de la cultura y le dan identidad cultural a una región.

Las comidas típicas hacen parte del patrimonio cultural de una comunidad y se deben conservar como tal. Bien es sabido que el tamal es la principal vianda tradicional del Tolima y motivo de atracción turística, de ahí la importancia de conservar su autenticidad.

La masa de nuestro tamal es de maíz y no de arroz, producto no conocido por los aborígenes y con el que algunos lo están preparando porque es más fácil su elaboración y menos costosa. Con arroz pierde su sabor original así lo mezclen con el aceite que suelta la lechona en el horno. Solo faltaría que para innovar le sustituyan la hoja de plátano por un pedazo de plástico verde.

Cuando hablamos de folclor tenemos que tener en cuenta nuestras manifestaciones culinarias, musicales y dancísticas, entre otras. Debemos valorar, divulgar y defender lo nuestro. Por respeto a nuestros ancestros y al patrimonio cultural.

Tenemos que tener en cuenta a nuestros artistas, reconocer las buenas orquestas y las excelentes agrupaciones de música de cuerda y las corales de esta tierra. Debemos recordar a los danzantes que el traje de fiesta del campesino incluye camisa blanca ahora sustituida por blusitas estampadas con adornitos de oropel y lentejuelas fosforescentes como lo imponen algunos folclorípedos innovadores.

Desafortunadamente la comercialización de nuestras manifestaciones espirituales, que son culturales, llegó con la corrupción para dejar a un lado lo tradicional para abrirle espacio a los que nos tienen jodidos incluyendo contratistas que merecen la confianza de un billete de tres pesos o la honestidad de cianurito Martínez. Vividores de la cultura y semovientes quienes no les interesa el folclor y buscan reconocimiento amenazando con demandas y posando de gestores culturales. Quien lo creyera, pero en el medio son muchos los que piensan que la corrupción genera derechos y no son objeto ni de una sanción moral.

Ñapa.

Sí, es cierto. Toca aceptarlo para no nadar contra la corriente, sabiendo lo que puede pasar. La corrupción y el narcotráfico controlan todo en el país, sin que el ejecutivo y el legislativo hagan el menor intento para ponerle freno a esos potros desbocados montados por criminales que todo lo lavan con plata, plomo y agua bendita. Y para echarle leña al fogón contaminamos el ambiente y destruimos los bosques y acabamos con las fuentes de agua. Si seguimos en silencio nos acaban de joder. Despertemos.

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