Del fracasado Plan Colombia a la incertidumbre de un Paz Colombia

David Héctor Galeano

Luego de conocerse el nuevo Reporte sobre la Estrategia Internacional contra los Narcóticos 2017, en que se muestra un preocupante incremento del 39% entre 2014 y 2016 en las hectáreas de hoja de coca sembradas en territorio nacional, los EE.UU. cuestionaron la política antidrogas del presidente Santos, poniendo en tela de duda los apoyos prometidos por Obama, conocidos como “Paz Colombia”, y que se calcula estarían alrededor de los 390 millones de dólares para el presente año.

Las críticas del nuevo gobierno de Trump, a las que se alinearon de inmediato los enemigos de la paz negociada, responsabilizan al gobierno de Santos Calderón, por la controversial cancelación de las aspersiones aéreas, lo cual, según los detractores del proceso de La Habana, fue una imposición de las Farc para la firma de los acuerdos.

A lo anterior se suma la nostálgica remembranza que hacen al Plan Colombia, presentando de manera sesgada las virtudes de un apoyo que a todas luces tuvo más repercusiones negativas que positivas para la nación.

Es innegable que el Plan Colombia fortaleció y modernizó las fuerzas armadas, logrando en esos años la retoma de zonas que históricamente estaban en manos de la insurgencia. Así mismo, la reducción de las fuerzas guerrilleras fue significativa y su decrecimiento fue determinante en la decisión de negociar con el gobierno de Santos Calderón.

No obstante, tres claras falencias se evidenciaron. Primero, un fracaso rotundo en la lucha contra el narcotráfico. En el informe de Junio de 2015 de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito (Unodc), se muestra cómo entre 2013 y 2014, las hectáreas de cultivos ilícitos ascendieron en un 44%. Además, el Plan fue incapaz de contener a las organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, las cuales generaron una capacidad de mutación (paramilitarismo a bacrim) y estructuras dinámicas capaces de evadir eficientemente la acción de la autoridad.

En segunda instancia, el Plan Colombia catapultó las acciones ilegales de las fuerzas armadas, debido a que la justificación de la lucha contra el narcotráfico y la guerrilla abrió una ventana siniestra a flagrantes violaciones de los derechos humanos, representadas en los penosos hechos conocidos como “falsos positivos”.

Por último, el Plan no llevó equidad y prosperidad a las zonas de mayor índice de cultivos ilícitos. Continúan siendo sectores del país donde el Estado no cobija a la población con programas de orden social y especialmente, el objetivo primordial con el que nació hace 16 años, no se cumplió: sustituir la economía cocalera.

En este orden de ideas, queda demostrado que ni la aspersión aérea, ni mucho menos la lucha exclusivamente militar, fueron capaces de terminar el problema del narcotráfico.

Se requiere de la implementación de programas más incluyentes, encaminados a la sustitución de cultivos, comercialización de los productos, apoyo irrestricto del Estado en materia jurídica a los campesinos que dejen de cultivar y, por supuesto, severos castigos a los que más se benefician del negocio, ya sea económica o políticamente.

Sin duda, el apoyo norteamericano es fundamental, no obstante, enfocado en un contexto muy distinto al Plan Colombia, es decir, como su nombre lo dice, hacia la verdadera Paz Colombia, como sin duda alguna, anhelamos la mayor parte de los colombianos.

Doctor (c) en Ciencias Sociales

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