Brasil y el derrumbe de su democracia

David Héctor Galeano

La preocupación regional, se cierne sobre Venezuela. No es para menos. El fallido gobierno de Nicolás Maduro, ha llevado a la otrora potencia petrolera, a la más grave crisis económica y financiera de su reciente historia. Así mismo, ha cercenado los derechos civiles, mediante la opresión violenta de la Guardia, que, al mejor estilo de dictadores como Pinochet, Pol Pot o Stalin, reprime cualquier tipo de justa protesta a fuego y sangre. Además, ha violado la Constitución, mediante el desconocimiento de la autoridad legislativa, pisoteando los más sagrados preceptos sobre los cuales se ha construido la democracia. ¡Es totalmente repudiable!

No obstante, los gobiernos, organismos internacionales y analistas, guardan un particular silencio sobre Brasil, a pesar que su legítima presidenta, elegida por más de 50 millones de votantes, fuera destituida, por uno de los congresos más desprestigiados y corruptos de la región. El 59% de los diputados que votaron a favor del “impeachmente”, están implicados en todo un amplio espectro de investigaciones.

Por su parte, el 61% de la Cámara alta, es investigada por diferentes procesos, primordialmente por evasión de impuestos mediante cuentas bancarias secretas y otros por casos penales. ¡Todo un caleidoscopio de corruptela!

El reemplazo de la presidenta Dilma Rousseff, fue Michel Temer, un oscuro personaje que llegó como vicepresidente, en representación del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, quien ha procurado por todos los medios, borrar de tajo el legado que sus antecesores le dejaron; una nación más equitativa, con mayores posibilidades de educación para los más vulnerables, un pueblo que buscó resarcir con orgullo sus ancestros afrodescendientes, en resumen, un país con 25 millones de personas menos en la miseria absoluta. Esa fue la herencia de Lula da Silva.

Desde la llegada de Temer a Planalto, dilató injustificadamente las elecciones, no obstante, que la Constitución lo obligaba a convocarlas. Ha realizado ajustes económicos de tinte neoliberal, que desmontarán los programas sociales, propuestos y ejecutados con excelentes resultados por Lula y Rousseff y su respuesta ante las justificadas protestas, ha sido la represión y la violencia estatal. Sin embargo, el silencio de la región y el mundo, solo puede ser catalogado como cómplice.

El Brasil de hoy, está dando pasos agigantados al pasado. Un pasado, que tuvo una dictadura de 25 años, una catastrófica crisis económica en los 80s y una sociedad en la que pocos se veían beneficiados por las mieles del crecimiento. Ante nuestra vista, el quinto país más grande del mundo, está sumergido en una crisis institucional y sin que nadie se inmute o proteste, su democracia se desmorona como un castillo de naipes.

Analista internacional

@hgaleanodavid

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