El peligroso huracán Trump

David Héctor Galeano

Desde el momento en que Trump se posesionó en la Casa Blanca, ha “disparado” desenfrenadamente sus tuits a todo aquel que desde su primaria y básica perspectiva vea como inferior y débil.

Su más reciente decisión de ordenar rescindir Daca (Acción Diferida para los llegados en la infancia), deja en vilo el futuro de muchos jóvenes, que han visualizado en los EE.UU., el “sueño americano” forjando sus vidas y la de sus familias en una tierra que hoy los mira con desprecio y adversidad.

Su mediático comportamiento ha apuntado a satisfacer a sus votantes, quienes sueñan con el país que antecedió a la guerra de secesión (1861 - 1865). Un país dividido entre el norte y el sur. Los primeros, con visión cosmopolita, industrial y con una burguesía emergente, que requería de mano de obra para sus nacientes fábricas.

Por su parte, el sur, caracterizado por una mirada parroquial, basada en el latifundismo, lo que cimentaba en el esclavismo la única manera de mover su incipiente economía.

Son precisamente esos antecedentes los que permiten entender cómo un grupo autodenominado como “supremacistas blancos” en Charlottesville, llegó a generar disturbios, debido a la necesaria y obvia decisión de tumbar unas oprobiosas estatuas de líderes sureños, esto quiere decir, hombres esclavistas que humillaron y sacrificaron vidas de afrodescendientes llevados a suelo norteamericano a sangre y fuego.

La respuesta de Trump solo pudo ser calificada como vergonzosa. En tono socarrón e hipócrita, señaló a las dos partes involucradas, considerando que los insultos y las agresiones de los “blancos” eran una respuesta a la presencia de los afrodescendientes, que solo exigían el cumplimiento de un mandato legal y ético: borrar de tajo los inmorales recuerdos del esclavismo sureño.

Los eventos de Charlottesville fueron, por su dimensión y cubrimiento, un pequeño reflejo de lo que se está construyéndose en la sociedad norteamericana. Como un iceberg, oculta por debajo una serie de sentimientos xenófobos, racistas, misóginos que afloran cada vez que Trump habla o tuitea.

Daca se suma a la promesa de: construir el muro con México, la renegociación del Tlcan, la prohibición de ingresar a suelo de Estados Unidos a algunos migrantes de países musulmanes, la salida del Transpacífico, los insultos e irrespetos a líderes de la Otan, es decir, la más ramplona y primitiva política exterior de la historia reciente de la potencia más fuerte del planeta.

Con menos de ocho meses, el inquilino de la Casa Blanca está conduciendo a su país a los inicios de la década del 60 del siglo XIX. A una nación inmersa en la fragmentación, el odio, la polarización y un aislacionismo que de manera paulatina pone en riesgo el indudable e irrefutable liderazgo ganado en la segunda posguerra.

Los lamentables efectos de Harvey y los desastres que podrá ocasionar Irma serán recordados como tragedias naturales imposibles de evitar, sin embargo la devastación que ocasionará el peor presidente de la historia de los EE.UU. dejará secuelas, de las que difícilmente podrá recuperarse. Al parecer, en esta temporada de huracanes que apenas comienza, Trump superará con creses la escala máxima de cinco, erigiéndose así como el más peligroso “huracán” de la historia.

Analista Internacional

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