Donald, el heredero de Zeus

David Héctor Galeano

Luego de ver y escuchar los poco más de cuarenta minutos del discurso de Donald Trump, ante la Asamblea Ordinaria de la Organización de las Naciones Unidas, queda una profunda sensación de preocupación, al ratificar, que el huésped de la Casa Blanca, desconoce completamente el mundo, el rol de las organizaciones y que el lente con el cual observa todos los asuntos internacionales, está cimentado en el uso de la amenaza y la fuerza; al mejor estilo de un cowboy en la “conquista del lejano oeste”.

El comienzo de la intervención de Trump, no pudo ser más bochornoso e indignante. Como un clásico populista, se fue “lance en ristre” contra su antecesor, al referirse a la coyuntura actual como: “la mejor situación de los EE.UU. en los últimos años”, arguyendo que desde el inicio de su mandato, los niveles de empleo, indicadores financieros y la repatriación de empresas norteamericanas, se incrementaron por el solo hecho de haberse posesionado.

Lo que Trump no reconoce, es que el ex presidente Obama, asumió la conducción de un país inmerso en una crisis económica, producto de una laxitud con el sistema financiero del republicano George Bush.

Para sacar a flote la economía, el tesoro norteamericano, tuvo que invertir setecientos mil millones de dólares en el sistema financiero, para que el país, cuna y paraíso del capitalismo no se derrumbara completamente.

Los posteriores comentarios y “análisis” de Trump, no pudieron ser más desacertados. Por una parte, los dicotómicos lentes con los cuales, evalúa las democracias y señala a sus enemigos. Enmarca a Venezuela e Irán, en el espectro de la dictadura; sin embargo, no escatimó elogios para el gobierno saudí, el cual es dirigido por una monarquía absoluta, caracterizado por las constantes violaciones a los derechos humanos.

Por otra parte, sus pronunciamientos frente a Corea del Norte, fueron diametralmente opuestos a la filosofía primigenia que le dio vida a la ONU. Organización que nació luego de una segunda guerra mundial, en la cual, el objetivo de las partes en conflicto, era aniquilar o por lo menos humillar a los adversarios, produciendo el más execrable sufrimiento. Así lo corroboran las abrumadoras estadísticas de muertos, heridos y en general toda la devastación de una conflagración que involucró a tantos protagonistas.

En ese orden de ideas, la afirmación de “destruir completamente a Corea del Norte”, realizada en plena Asamblea de la ONU, basada en el hecho incuestionable que los EE.UU., tienen la capacidad y el poder militar para hacerlo, solo puede ser calificada como indignante. Sin duda, el régimen de Pionyang, se constituyó desde los 50s, como un gobierno dictador, violador de los derechos humanos y que a todas luces, atenta contra las mínimas libertades civiles internacionalmente aceptadas.

No obstante, argüir con desfachatez que ve viable la destrucción de una nación, solo con levantar su mano, es una egocéntrica autoproclama, a la mejor usanza de los dioses de la mitología griega.

Al parecer, el heredero de Lincoln, Washington y Roosevelt, también cree que Zeus, le entregó el poder de acabar con la vida de una nación, con el simple señalamiento de su dedo índice acusador.

Analista Internacional

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