Las peligrosas órdenes presidenciales de Trump

David Héctor Galeano

A partir del gobierno de Barack Obama, se volvió costumbre la firma de las “órdenes presidenciales”, encaminadas a implementar estrategias y programas, que normalmente, el ejecutivo debía presentar para estudio y aprobación del legislativo.

El primer presidente afrodescendiente en la historia norteamericana, adscrito al partido demócrata, se vio precisado a llevar a cabo una aprobación unilateral de sus propuestas, debido al bloqueo que los republicanos le impusieron, en la segunda etapa de su mandato, luego que alcanzaran la mayoría del Congreso.

Cabe destacar, que en la primera parte del gobierno del presidente Obama, logró presentar y aprobar en el legislativo, el Affordable Care Act, más conocido como el Obamacare, que esencialmente, abrió las puertas a los servicios de salud, a más de cuarenta millones de norteamericanos.

Luego de eso, la guerra entre las dos ramas del poder se desató, conduciendo al presidente a firmar y ejecutar sendas órdenes presidenciales, caracterizadas por encaminarse a mejorar sustancialmente la vida de los norteamericanos.

Las más destacadas son: en el tema medioambiental; logró implementar, la protección de tierras a aborígenes norteamericanos, ante las pretensiones de empresas petroleras; también el fortalecimiento presupuestal de la Agencia de Protección Ambiental (Environmental Protection Agency); la reducción de los niveles de emisión de gases tóxicos a las fábricas, impulsando el cambio del carbón por el uso de energías limpias, y tomó la férrea decisión de hacer parte de los Acuerdos de París.

En materia económica y comercial, apoyó el TransPacific Partnership y el Tlcan (Nafta). El primero, visualizado por Obama, como una estrategia geoeconómica, ya que ubicaría al país, al lado de socios esenciales de Oceanía y el Pacífico, con el propósito de frenar la expansión China.

Y el segundo, por la relevancia que México tiene para la economía norteamericana y la estabilidad fronteriza binacional.

En cuanto a la salud, solicitó los estudios para enfrentar la epidemia de drogas para el dolor, como el Oxycontin. Teniendo en cuenta, que está comprobado científicamente que su uso es más grave que el consumo de heroína y cocaína, debido a la adicción que produce.

En el tema alimenticio, ordenó por medio de la FDA (Food and Drug Adminstration), investigar a las compañías que producían la comida, con el propósito de asegurar la salud y eliminar las prácticas dañinas contra las personas.

Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, el escenario es completamente distinto. Se abre, un impresionante abanico de opciones al hombre más poderoso del mundo, pero también el más ególatra, misógino, xenófobo, racista, rencoroso y vengativo que haya conocido Washington.

Desde su arribo a la presidencia, por su pluma han pasado órdenes encaminadas a desmontar las propuestas de Obama. Dentro del listado de “victimas”, están; los Acuerdos de París, el TransPacific Partnership, las ayudas económicas a mujeres pobres que buscan tratamiento para el cáncer, las sanciones contra los “dreamer”, castigados con la abolición del DACA y por supuesto, su objetivo principal que enmarca el “Make America Grear Again”, que tanto profesa, con la terminación del Obamacare, dejando a millones de estadounidenses sin salud.

Con estas acciones, Trump reafirma la frase que reza “en derecho, las cosas se desasen como se hicieron”, es decir, una orden presidencial, puede ser abolida con el mismo mecanismo.

En ese orden de ideas, Trump, no tiene en su gigantesco arsenal nuclear la principal arma, ni mucho menos su enemigo es algún dictador del planeta. Sus armas son los decretos y sus enemigos su antecesor y el pueblo norteamericano.

@hgaleanodavid

Analista internacional

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