¡Primero la armas, después la vida!

David Héctor Galeano

Una vez más, la tragedia en la escuela Marjory Stoneman Douglas, localizada en Parkland, en el Estado de Florida, renovó la controversia sobre la compra y porte de armas en los Estados Unidos. Para comprender la complejidad del tema, es necesario, analizar tres variables: legales, histórico-culturales y económicas.

Por una parte, la Constitución Política norteamericana, específicamente la Segunda Enmienda, les otorgó a los ciudadanos, el irrefutable derecho a la posesión de armas de fuego. Los llamados “strict originalists¨ argumentan que, a la luz de la filosofía primigenia de la Segunda Enmienda, todo estadounidense, tendría el deber y el derecho de defender la patria. En ese orden de ideas, se crearía una fuerza de índole paramilitar, capaz de contraatacar a cualquier potencia que pretendiese agredir al país.

En segundo término, la historia y la cultura han marcado la vida de los norteamericanos. Los mitos de los cowboys se constituyeron en hitos fundacionales, sobre los cuales se cimentó la fundación y crecimiento de los EE. UU. El imaginario del hombre rudo y heroico que “conquistó”, ese Wild West, define la esencia de la mayor parte de los estadounidenses.

Por último, está el poder económico de la National Rifle Association (NRA). Es incuestionable, que tienen la capacidad de invertir los recursos que sean necesarios, para elegir senadores, representantes y por supuesto al presidente. Trump, es un claro ejemplo. Tuvieron que pasar treinta y cuatro años, para que un mandatorio norteamericano, pronunciara un discurso ante la NRA, emitiendo sin vergüenza una lapidaria expresión que lo dice todo: ¨Soy su amigo”.

No obstante que la realidad hoy es muy distinta, al contexto en que se promulgó la Segunda Enmienda, la mayor parte de los norteamericanos, siguen “soñando” con una invasión que los obligará a salir con sus armas a defender la soberanía. Así mismo, aunque el mito de los cowboys se ha ido diluyendo, debido a que la verdad demuestra que eran unos genocidas, que terminaron acabando con la mayor parte de los pueblos aborígenes, la sociedad norteamericana, sigue anclada a la historia.

Ese anclaje, sumado a los inagotables recursos de la NRA, hacen pensar que ni la tragedia de los diecisiete estudiantes en Parkland, ni la interminable lista de muertos y heridos por balas de norteamericanos en su propio suelo, llevaran a la nación a reflexionar sobre un mal que golpea su sociedad de forma despiadada, especialmente a los niños y niñas. Son claras las prioridades del país más desarrollado del planeta: primero las armas, después la vida.

Analista Internacional

@hgaleanodavid

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