Algo va mal….

David Héctor Galeano

En la etapa cumbre de su productiva vida, Tony Judt, escribió el libro Algo va mal. Su lectura es de carácter obligatorio, no solo por la dimensión académica, si no, por el profundo mensaje que lanza a esta generación, que se erige entre la competencia, el egocentrismo y un exacerbado deseo de escalar, sin importar los costos que acarree.

Judt, es un fuerte crítico del materialismo colectivo, que conduce a los seres humanos a la adquisición de bienes materiales, más por el desmedido apetito social que para satisfacer una necesidad.

El analista argumenta que la desigualdad y el empobrecimiento, han fortalecido el sentido de superioridad de los más ricos, acrecentando su deplorable prejuicio contra los pobres.

En este dramático escenario que Judt nos expone, asume que tanto la moral y la ética fueron olvidadas en esta sociedad de consumo. Por supuesto, no es moral y éticamente aceptable, ni mucho menos religiosamente comprensible que una parte de la sociedad, observe como otra, trepe montada en las cabezas de los menos favorecidos y que ese rasero con el cual se le mida, sea absurdamente complaciente ante las aberraciones que cometa.

Por ello, el grado de indignación ante los casos de corrupción presentados en Barranquilla y Santa Marta, deberían prender las alarmas de una nación inmersa en los más altos niveles de corrosión legal y moral.

El primero, protagonizado por más de 40 estudiantes del colegio Marymount, quienes al mejor estilo de la mafia siciliana, suscribieron un “pacto de silencio”, para no revelar los nombres de aquellos, que como criminales de cuello blanco, compraron unas pruebas de conocimiento. Más grave aún, los padres que sin pudor alguno, salieron públicamente a defender lo absolutamente indefendible.

El segundo caso no es menos reprochable. Un grupo de estudiantes, pertenecientes al Programa Ser Pilo Paga, suplantaron a otros chicos para realizar el examen de admisión a la Universidad del Magdalena. Por supuesto, bajo la égida de “tengo el dinero” los padres de estos mediocres estudiantes, cuyo coeficiente intelectual no les permitirá ingresar a una excelente universidad, estuvieron dispuestos a comprar las conciencias de otros chicos, que no satisfechos con la oportunidad que les brinda el Estado, sucumbieron ante las obscenas ambiciones que el dinero puede comprar.

Seguramente alguien dirá que fue una travesura de joven, sin embargo, con lujo de detalles tanto los estudiantes del Marymount, como los aspirantes a la Unimagdalena, comenzaron a labrar su futuro como los próximos protagonistas de los Hidroituangos, Reficar, Agro Ingreso Seguro entre muchos casos. No me queda ninguna duda, que así comenzaron los gestores de los más grandes desfalcos de nuestra funesta historia.

Reflexión final: mi profunda admiración a la profesora Anabella Martínez, Rectora del Marymount por su valentía y amor a la sagrada labor del maestro! Gracias por su mensaje.

@hgaleanodavid

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