Ordóñez, una afrenta al sistema interamericano y una vergüenza más para los colombianos

David Héctor Galeano

Desde la promulgación de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre en 1948, la salvaguarda de las minorías, las libertades políticas y religiosas, el respeto al debido proceso y la promoción a la cultura, entre otras inquebrantables garantías, se erigieron como la piedra angular de la Organización de los Estados Americanos.

Con el propósito de fortalecer desde la institucionalidad el tema de los Derechos Humanos, se constituyó el Sistema Interamericano de protección de los Derechos Humanos, al cual están adscritas la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

No obstante, que la OEA parece haberse anquilosado en el tiempo, lo que amerita una revisión de su estructura, funciones y mecanismos de participación, ninguna persona que se proclame como demócrata y garante de los Derechos Humanos, debería atreverse a cuestionar los preceptos instituidos por la Carta, ni mucho menos violarlos desde alguna posición de poder.

Sin embargo, eso y mucho más, fue lo que hizo Alejandro Ordóñez, el destituido Procurador durante todo el tiempo que ejerció su papel desde el Ministerio Público. Contrariando la Constitución Política que juró defender, con recalcitrante furia trasgredió las funciones básicas que la Carta en el artículo 118, le ordena a un Procurador como función primordial: “la guarda y promoción de los derechos humanos, la protección del interés público y la vigilancia de la conducta oficial de quienes desempeñan funciones públicas”.

Desde su posición, Ordóñez se dedicó a perseguir a las minorías, señaló con su dedo inquisidor a cualquier libre pensante como comunista y atacó las reformas jurídicas incluyentes; sin dudarlo, manifestó públicamente su repudio por la Cidh, (ver Twitter https://twitter.com/A_OrdonezM/status/928368009323925504), señalándola de estar conformada por “miembros de la izquierda internacional”.

Es decir, ese nefasto personaje recordado por quemar libros de nuestro Nobel, de negar el genocidio judío y de profesar sin pudor la necesidad de un Estado eclesial, será para vergüenza de todos los colombianos, el representante ante una organización que tiene como prioridad, garantizar los derechos que él combatió desde la Procuraduría, como si estuviese en un púlpito medieval o en una corte inquisidora.

Sin haber cumplido un mes, el joven presidente de los colombianos, pareciera estar empecinado en devolver a los tiempos del actuar parroquial, que enmarcó a la Casa de Nariño en el primer decenio. 

El nombramiento de Ordóñez se suma a la bochornosa designación de un Ministro evasor de impuestos, dejando en entredicho la renovación que desde la plaza pública ofreció en su campaña.

Presidente Duque, hasta hoy, poco o nulo es el respeto expresado a la Nación que lo eligió, sin embargo, no actúe de igual manera con el continente, no abofetee a nuestra ya sufrida OEA. 

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