Venezuela, la punta del iceberg de la fracasada política exterior colombiana

David Héctor Galeano

La salida de Maduro del Palacio de Miraflores es inminente. Desde el comienzo de la crisis, era evidente que la caía del dictador se dará cuando los factores endógenos y exógenos se alineen.

En el plano internacional, Venezuela es una ficha en el tablero de ajedrez, sobre el cual juegan Estados Unidos y Rusia, teniendo a los chinos como su principal espectador, enmarcados en un solo interés: el retorno del dinero prestado. Por otra parte, en el contexto interno, los militares son determinante ya que sin su apoyo Nicolás Maduro, perderá el único soporte que le permite sostenerse.

No es ni será esa resquebrajada oposición, que por años se ha dividido como consecuencia de sus ambiciones personales, ni mucho menos, ese mentiroso liderazgo colombiano, montado estratégicamente por los norteamericanos, los medios y por supuesto, los gobiernos de la región que consientes de sus propias problemáticas, le dejaron a Duque, sin problema alguno el papel de mensajero de la Casa Blanca.

La derrota colombiana frente al tema venezolano es una realidad irrefutable. Maduro no ha caído y con la bochornosa entrega de “ayuda humanitaria” en la frontera, se demostró que el “autoproclamado” presidente venezolano carece completamente de carisma, liderazgo y credibilidad dentro de la nación vecina. Sin embargo, la “venezolanización” de la política exterior colombiana, no es el único desacierto del mandatario colombiano y su Canciller.

Los obstáculos a la JEP, dejan en el escenario internacional a Colombia como un país paria, un gobierno irrespetuoso a los pactos firmados. La tesis según la cual la firma de los acuerdos con las Farc no obliga al actual gobierno, transmite una inseguridad jurídica, propia de naciones fallidas, sin institucionalidad y violadora del sagrado respeto al equilibrio de poderes.

Por otra parte, el abismal retroceso en la lucha contra los cultivos ilícitos solo demostró al mundo que la ignorancia y soberbia de Iván Duque y sus ministros, está llevando a Colombia a retornar el camino del envenenamiento de sus fuentes hídricas, animales, plantas y el hombre. La defensa a la fumigación que se hizo ante la Corte fue uno de los actos más vergonzosos que hayan protagonizado la alta esfera de un gobierno colombiano en la historia reciente.

Las incongruencias de los Ministros de Defensa y Medio Ambiente dejaron claro que no leyeron los múltiples estudios científicos que corroboran que el glifosato es peligroso y que la aspersión sobre el territorio colombiano no es más que una violación a la Carta Magna, que conmina al Estado a salvaguardar la vida de sus nacionales.

Si a todo lo anterior le sumamos los bochornosos nombramientos en el Servicio Exterior, obtenemos como resultado una verdadera catástrofe para la imagen de Colombia, en un contexto internacional que comenzaba a vernos como el país de la paz, la Ocde, la Alianza del Pacifico y que hoy parece retornar irremediablemente al oscuro pasado que ensombreció el sol de la esperanza durante las últimas seis décadas.

Analista Internacional

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