Camino al suicido colectivo

David Héctor Galeano

El incendio de la Amazonía solo confirma que la mediocridad humana no tiene límites y peor aún, que los más negligentes están en el poder.

Además ratifica que no es con golpes de pecho ni hipócritas actos de contrición que recuperaremos la frenética destrucción ocasionada como consecuencia de la desenfrenada ambición y egoísmo humano.

Era previsible que Jair Bolsonaro encaminase su resentimiento hacia el recurso natural más valioso de la humanidad. Un territorio que representa vida, diversidad, inclusión y en general todo lo que el exmilitar y hoy presidente del país más grande de la región repudia.

Los únicos argumentos que sustentaron la campaña de Bolsonaro, se enmarcaron en cuatro pilares: racismo, misoginia, xenofobia y extractivismo. En ese orden de ideas, no solo era previsible, sino lógico que desde su llegada a Planalto abriera las puertas a la aniquilación del pulmón del planeta.

No obstante, que los incendios están hoy en su mayor parte en territorio brasileño, las consecuencias son y serán globales. El tema no se circunscribe en la soberanía estatal como retórico y primigenio argumento que dio nacimiento al sistema internacional contemporáneo.

La realidad es que todo el mundo se verá avocado a un inconmensurable deterioro de la calidad de vida, por cuenta de un irresponsable presidente que actúa amparado por el silencio cómplice de sus pares vecinos, que por ignorancia o desprecio a la vida, se cruzan de brazos esperando que las llamas consuman la selva tropical más grande del planeta. Es claro que una catástrofe de tal magnitud, dejará el terreno abierto a latifundistas, mineros y en general todo un espectro de individuos y organizaciones depredadoras.

La destrucción de la Amazonía es el resultado de una política extractiva impulsada por el neoliberalismo que concibe al ser humano como una herramienta y considera que la biodiversidad es un obstáculo para el crecimiento y por ende debe explotarse para generar riqueza material.

Bolsonaro es solo un representante más de una corriente política-económica que observa la ética y moral como impedimentos para el crecimiento y especialmente para el doloso enriquecimiento de esa élite que los impulsó al poder.

En ese orden de ideas, el escenario es siniestro para nuestra región. Estamos sumergidos bajo la égida de un poder obsceno y escabroso que sin lugar a dudas, aniquilará como un cáncer ese órgano que hace que la tierra respire y permite que la vida como hoy la conocemos exista.

Adenda: El presidente colombiano, solo ratificó mi desesperanza al escucharlo prometer en Leticia -Amazonas- la creación de una organización para proteger la Amazonía. Presidente y Canciller no sabe de la OTCA?. Merecemos tamaño karma? Seguramente sí, fue el que eligió la mayoría. Fue al que ungió él…..

Analista Internacional

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