Crisis de la democracia local

Una de las grandes conquistas de la democracia es la elección de alcaldes. Es el pueblo decidiendo su destino. Los griegos en la asamblea popular elegían a los arcontes, quienes eran los jefes del gobierno. Era la democracia directa.

Y los mismos ciudadanos reunidos en el ágora o plaza pública, vigilaban la actuación de los funcionarios. Siglos después cuando fue apareciendo la democracia, lo primero que trataron de escoger por voto popular fue a los gobernantes municipales. Hoy con algunas excepciones, en todo el mundo los gobiernos municipales son elegidos por voto popular.

En nuestro país podemos decir que ha dado buen resultado en muchas ciudades y aldeas. Pero a medida que transcurren los años se va pervirtiendo el sistema. El problema radica inicialmente en la financiación de las campañas. Curiosamente el movimiento para elegir un alcalde tiene unos costos elevadísimos.


Parece que parte de esos dineros van a fortalecer las arcas de los capitanes políticos, quienes en forma antidemocrática, por medio de toda clase de maniobras, terminan comprando los votos. Es la corrupción de la democracia. Y surge la pregunta de los observadores imparciales, ¿esos dineros son adquiridos en los bancos o de prestamistas independientes o de personas que se encuentran al margen de la ley?


Parece que los capitales abultados con que se financian las campañas son devueltos de alguna manera. Algunos sostienen que se cancelan por medio de contratos, actividad que lesiona profundamente las finanzas municipales. Pero lo más grave es que con el afán de producir dinero se distorsionan las actividades municipales.


Es preciso poner fin a esta sin razón. Si continuamos con estos movimientos misteriosos de dineros, terminaremos lesionando gravemente la democracia. Ya hay algunos tratadistas que están planteando la necesidad de acabar con la elección de alcaldes. Sería un gran retroceso de nuestra democracia. Quedaríamos como un pueblo sin ninguna vocación de libertad y mucho menos de desarrollo.


Infortunadamente las contralorías en su gran mayoría, no funcionan adecuadamente. Los Concejos Municipales que hoy reciben jugosos honorarios, parece que tampoco tienen mucho interés en controlar al alcalde. En consecuencia, el país debe analizar seriamente la forma como la elección popular de alcaldes pueda ser un verdadero poder democrático o de lo contrario estaríamos en un verdadero juego de abalorios.

Credito
GUSTAVO GALVIS

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