Una institución en apuros

Gustavo Galvis Arenas

El escándalo que sacude a la Corte Constitucional es de suma gravedad. Este tribunal se encuentra en la cúspide del derecho y de él irradian todas las manifestaciones jurídicas. Para los abogados es como si la iglesia católica cuestionara al Cardenal o para los musulmanes que un terremoto destruyera La Meca.

La preocupación es grande porque se cuestiona al alto tribunal y además aparecen dudas sobre la acción de tutela.

Si prosperan las acusaciones contra el Dr. Pretelt tambalea el edificio jurídico de la Constitución del 91. Y de contera se va a medir la eficacia de la Comisión de Acusaciones de la Cámara, cuestionada desde hace años porque se considera ineficaz. Está en juego si nuestro país es un Estado Constitucional o no.

En Colombia las constituciones siempre han tenido un sello que las identifican. La Constitución de 1821 fue la creadora de la Gran Colombia; con la de 1832 se inicia la Nueva Granada y en 1843 se establece el nombramiento de gobernadores por parte del ejecutivo y tiene como sello un rígido centralismo. En 1853 se aprueba una Constitución Centro Federal con la elección popular de gobernadores y se autoriza la creación de los Estados. Con el nombre de Confederación Granadina, la Constitución de 1858 abre el camino al federalismo en Colombia y en 1863 aparecen los Estados Unidos de Colombia con una Constitución clásicamente federal.

La Constitución de 1886 vuelve al centralismo con una fuerte participación clerical. Y nuestra Constitución de 1991 tiene como características fundamentales la descentralización, la elección de gobernadores, la acción de tutela y la Corte Constitucional.

Con los problemas del Dr. Pretelt están en juego la grandeza de la Corte Constitucional, la eficacia de la acción de tutela y la moralidad judicial.

Lo extraño del caso es que quien acusa a Pretelt es el Dr. González, otro magistrado y el Dr. Nilson Pinilla, santandereano, excelente jurista y expresidente de la Corte empieza a dudar de la honestidad de sus compañeros.

En consecuencia, es fundamental que la investigación llegue “a la verdad verdadera”, como decían los antiguos juristas. Por otro lado, es interesante que observemos la actuación de la Comisión de Acusaciones de la Cámara, porque ella también está cuestionada.

Solamente han prosperado acusaciones cuando tuvo problemas José María Obando, después Tomás Cipriano de Mosquera y en el siglo pasado el General Rojas Pinilla.

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