El caso Genovesse

Luis Fernando Garibello Peralta

Cajamarca hoy está en los ojos de una Nación. La región de gente laboriosa que fue colonizada en algunos casos por boyacences y antioqueños que huyendo de la violencia en sus regiones, encontraron en este lugar no solo tierras de excelente calidad sino un poco de paz. La violencia de los noventas y dos mil desterró de allí hacia otras regiones muchos de ellos repitiendo lo que originó su colonización, solo que al contrario. La situación pareciera no cambiar. En la tarde del lunes festivo, dos ciudadanos se asesinaron delante del mundo entero, esto es literal, ya que los transeúntes sin pudor alguno, sacaron su celular y como si se tratara de un evento destacado y, con la misma perversidad de los hoy occisos, han enviado quien sabe a cuántos estos aterradores, salvajes momentos. Se trata de un tema viral, de una enfermedad que nos consume como el caso aterrador de grabar el suicidio de una mamá con su hijo, o el señor que se lanzó hace una semana del puente en la carrera Quinta con Pedro Tafur. Las razones por las cuales sucedieron estos hechos pueden ser muchas: que el alcohol, que el odio, que los celos, las que sea, esta no es la razón de mi opinión, lo que me lastima el alma como ciudadano es saber cómo personas de manera incluso más irracional que los actores de los hechos, pueden grabar estos eventos, y transmitirlos. ¿Cuál es su victoria les pregunto? El “triunfo” de quienes hacen estos videos y los propagan como un virus de gripa que nos tiene enfermos a todos en nuestra región. El problema no son los celulares “inteligentes”, ni las redes, son los ciudadanos poco inteligentes que graban y divulgan estos horrores que hoy vemos. En marzo de 1964 Kitty Genovese pasó a la historia porque fue asesinada en medio de la mirada de sus vecinos, a manos de un hombre que lo hizo en una forma parecida a lo sucedido en Cajamarca. Tal fue la gravedad del hecho, que se ha denominado como “el síndrome de Genovese” o el efecto espectador. Aquello consistió en que ante las llamadas de auxilio de esta dama, los vecinos salieron a gritar por sus ventanas que la dejara en paz, lo que sucedió, pero luego regresó y terminó con la vida de ella sin que estos mismos vecinos hubiesen prestado ayuda a pesar nuevamente de los gritos de auxilio. Las crónicas judiciales cuentan que los ataques duraron media hora, una eternidad para alguien que intentó defenderse y salvaguardase, pues las heridas en las manos demostraron su desesperada e infructuosa defensa y que al menos dieciocho personas fueron testigos. Yo me pregunto: ¿Los habitantes que presenciaron este evento en Cajamarca, del evento de suicidio en febrero pasado, del joven que se lanzó del puente en la Quinta, no son presas de este síndrome en virtud a que pudieron haber no solo evitado estas catástrofes conteniendo esta locura y en razón a ser más los espectadores que los actores?

Cada quien es dueño de su propio miedo, eso es claro, tal vez por ello nadie intervino para no sucediera, pero también es cierto que según dicen los medios: primero se agredieron verbalmente, luego los puños, luego lo que supimos, hubo tiempo. Antanas Mockus en alguna oportunidad para bajar el nivel de violencia en Bogotá hizo famosa una frase que en este caso nadie recordó, ni creo conociera: Si me va a matar, pégueme; si me va a pegar, gríteme; si me va a gritar, hablemos… no es sencillo, es más fácil tener la chiva y buscar la fama en las redes, es de cobardes. Lamentable.

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