Los árboles buscan un rey

Luis Fernando Garibello Peralta

En la Biblia el Libro de los Jueces se encuentra en el Antiguo Testamento, allí encontramos una fábula sobre los árboles y sus decisiones en la época posterior a la salida del pueblo Judío de Egipto. Una vez dejaron su vida nómada para asentarse ya en la tierra prometida por Dios. ”Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Más el olivo respondió: He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles?

Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les respondió: He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano” (Jue. 9:8-15).

En aquel momento, los árboles en su afán de encontrar quien los gobernara, y para tener luego a quién culpar de su mediocridad, se sometieron a la zarza, sin considerar el daño que esta les causaría, cedieron todo por alguien que no aportaría nada, parece ilógico, pero era lo que ellos querían. Esta historia se convirtió en el resumen perfecto de la política nuestra; local y mundial.

Cuando no hemos administrado bien el dinero, el trabajo, la salud física, las relaciones sociales, no queda otra salida, buscar a otra persona para que nos gobierne, al árbol que no da fruto, y es ahí donde aparecen los que han aparecido. La persona en sociedad siempre necesita un gobernante para culparle de la situación económica entre otras cosas que no hemos hecho bien, en especial para pedirle que haga por nosotros lo que se ha salido de nuestras manos.

Entonces vale la pena preguntarse: has cuidado tu trabajo, ¿estás cotizando al fondo de pensiones y cesantías? ¿Has pensado en mudarte de casa o te quedaste bloqueado y como naciste tienes que morir? No hay alcalde ni presidente ni senador, ni concejal ni diputado que tenga la culpa, uno es el culpable, y terminamos siendo por mediocres, cómplices de ellos.

El ser humano que vemos por estos días acompañando procesos políticos de personas que tienen sobre si más dudas que certezas, es como el árbol de la lectura, buscan culpables y generalmente los encuentran, resultando peor el remedio que la enfermedad; es la zarza que seca, no deja progresar, la que terminará por abrigarnos. Ahora que se acercan las elecciones regionales, corren afanes por señalar a quien queremos nos gobierne, decida por nosotros, usen el presupuesto a su antojo terminando por “cuadrar su caja”, y en medio de la impotencia le endilguemos las tormentosas situaciones que vivimos desde que nos levantamos: pagar impuestos, servicios, enfrentar los trancones, los delincuentes, la corrupción.

Mientras tanto, nosotros ahí en la gradería, pendientes y alucinados por que el candidato me saluda, tiene mi teléfono, me llama, conoce mi nombre (por supuesto en campaña), y además, podré gozar de su sombra por años como gobernante y peor aún; creyéndonos que somos los inventores de candidaturas, sus jefes políticos. Hacemos lo mismo por años, las mismas rutinas, las mismas costumbres y aún así, esperamos siempre resultados distintos. Un ejemplo para mi claro es Venezuela. Muchos de los que vemos en la calle, carreteras, Transmilenio, famélicos, enfermos y con los cuales he podido hablar en ocasiones, votaron por Chávez y Maduro, cargando a cuesta las consecuencias por todos conocidos, que no tiene cuando acabar, pues buscamos siempre otros árboles que nos gobiernen así sea de orillas distintas. Este ejemplo resume claramente esta fábula.

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