Alpiste para populistas

Luis Fernando Garibello Peralta

“Los nacidos después de 1995 son generaciones más susceptibles que todos, son frágiles, ciudadanos débiles que usan la censura como una manera de escudar sus incapacidades, o dificultades, viven en una especie de líquido amniótico, una sociedad que no soporta un regaño”. Lo anterior fue tomado sobre una nota periodística que escuché en días pasados en una emisora juvenil en Bogotá citando al autor de este documento con el cual titulo la columna de hoy: Jonathan Haidt autor del libro “The Coddling of the American Mind”.

La polarización ha hecho que cada quien cultive una parcela, pequeña pero propia, un territorio cercado con alambres de púas, con tantos complejos dentro de él que difícil resulta por estos tiempos tratar con sus dueños o quienes creen serlo. No pretendo hacer un juicio sobre los jóvenes per se, pues corro el riesgo de caer en la misma crítica que hace el autor citado, pero vale la pena a mi modo de ver, comentar algo desde la perspectiva de padre y ciudadano.

¿Estamos educando a una generación de jóvenes para el fracaso? Hoy todos son susceptibles, quieren su mundo propio donde se sientan con el derecho o la arbitrariedad de negarle el ingreso a todos e incluyen solo a los que cada uno quiere como esos clubes que se observa en los videos musicales donde un “gorila” gigante prohíbe o aprueba la entrada según su antojo. Hoy cada quién quiere respetos pero olvida darlos… Hoy los jóvenes son presa de la depresión como nunca antes, de resolver vía suicidios cada crisis, es una sociedad más vulnerable al matoneo, a la exclusión, eluden en muchos casos lo que les parece adverso, lo que no pertenece a su mundo simplemente no les importa siendo en últimas, víctimas de las mismas minas que plantaron para evitar la entrada. El libro habla de los jóvenes estadounidenses, no obstante puede predicarse para muchos que vemos en nuestras calles. Será por estos temores (que siempre han existido), que ahora protegemos con nuestra propia vida cada colectivo que nos inventamos o titulamos: Mujeres, homosexuales, afros, racistas, antirracistas… estamos llegando a un pánico colectivo casi locura, que debemos ponerle nombre y apellido a cada grupo de la misma manera que hacemos con el whatsapp creando colectivos de oración cristiana, católica, protestante, de fútbol, de padres, de hijos, de madres, o simplemente somos un invento del mercadeo que segmenta cada cosa, por eso vemos: café sin cafeína, cerveza sin alcohol, pan sin gluten… censurando al máximo a cada persona que creamos en un juicio sumario, nos puede amenazar incluso si son familiares o nuestros mejores amigos.

En todo esto nosotros los adultos y padres, tenemos nuestra cuota de responsabilidad; vemos miedos en todo, no los dejamos jugar a solas o con sus vecinos en el parque del conjunto porque vemos monstruos en cada esquina, pero tampoco jugamos con ellos por estar cansados. Lo que si debemos hacer como responsables de educar es incentivar en ellos la fortaleza, una buena inteligencia emocional que les permita resolver los problemas de manera adecuada, que aprendan a caminar por si mismos sin pasar por encima de nadie como por ahí hacen hoy día con sus discursos excluyentes e invadidos de fronteras invisibles políticos curtidos.

Criticamos la democracia pero hacemos de ella una singular, no liberal como debía ser, incluyente, participativa. Esto sería fácil en países pequeños, pero en el nuestro que está formado por tantas virtudes humanas, sencillamente es imposible no pensar en “el otro”. En alimento, alpiste para populistas, nos hemos convertido pues estos que si son zorros de verdad, políticos redomados y curtidos en tantos colores como partidos han existido, llegan a donde estas masas de jóvenes y fácilmente los seducen adulando sus tareas, sus sueños, sus ambiciones logrando un truco hipnótico único.

Si seguimos en estas rutas, Colombia será muy pronto un país dividido aún más, cuarteado, donde cada quien propondrá un referendo para pedir se le otorgue su pedazo de tierra y ser en él, su rey para administrar pobreza y desigualdad. Ahora entiendo porque esa maña de estar creando ídolos y dioses, por nuestra incapacidad de ser nosotros seres sociales responsables.

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