Senadora, usted no tiene derecho

Diana Giraldo

Senadora Vivian, la he escuchado en varios espacios, para tratar de entender por qué insiste en que esos miles de niños abandonados en hogares del Icbf solo sean adoptados por un hombre y una mujer. Nada de gays, nada de mujeres solteras, nada de hombres solteros. Dice usted que la única familia “óptima” es esa conformada por un papá, una mamá y unos hijos. Las otras, en su opinión, no prestan un ambiente adecuado para que un niño pueda criarse. Es como si en el fondo usted dijera que las familias que son distintas valen menos, o sencillamente no son familia. Tan no lo son, que prefiere que un niño siga viviendo en un hogar del Icbf a que pueda ser adoptado por alguna de estas personas.

Como me gustaría senadora que usted conociera a mi familia, donde cuatro hermanos fuimos criados solos, sin esa figura paterna que tanto reclama, y que hoy somos adultos para los que la honestidad, el amor, la solidaridad y la lealtad familiar son nuestro principal patrimonio. O quizás mejor debiera presentarle a mi esposo, quien tuvo que asumir la orfandad materna de sus hijos a una edad muy temprana y fue capaz de hacer de ellos niños felices, capaces de sobreponerse a la adversidad. O tal vez, senadora, le cuente un poco de mí y de ese hijo que decidí tener sola y que durante cinco años crié como madre soltera en un hogar feliz. Pero puede ser también que al venir a mi casa se encuentre a una amiga que tiene un hijo así como usted quiere, con su papá y su mamá, que ha tenido que sufrir maltrato, infidelidad y abandono.

Porque resulta, senadora, que una familia óptima nada tiene que ver con tener papá y mamá. Es simplemente aquella donde un niño recibe amor, protección, ejemplo… Esa donde hay alguien que se levanta cada mañana para llevarlos al colegio, que se agacha hasta sus rodillas para curarles una raspadura o que está dispuesto a abrazarlos en su tristeza. Esa, senadora, es la familia óptima que esos niños abandonados necesitan. Y ni usted ni su referendo excluyente tienen el derecho a negársela.

Comentarios