La tragedia del norte del Cauca

Andrés Felipe Giraldo López

El Departamento del Cauca, especialmente el norte, se ha convertido en el epicentro de todas las luchas sociales, políticas y económicas contemporáneas en Colombia.

El conflicto armado se ha recrudecido por el evidente fortalecimiento de la guerrilla en esta región, lo que ha llevado a las Fuerzas Militares a radicalizar la defensa de las posiciones estratégicas para el mantenimiento del orden público. Como reacción al enfrentamiento por el control territorial, se ha organizado la resistencia indígena. Sus voceros se han declarado abiertamente neutrales y han manifestado su interés de sacar de su tierra a los actores armados legales e ilegales, actuando por vías de hecho.

La posición de cada uno de los actores en este conflicto es radical y antagónica y a ésta subyacen intereses no manifiestos en una agenda de conversación, entre otras cosas, porque no se percibe voluntad alguna de diálogo sobre los problemas profundos que afectan a la región. Claramente la trascendencia y lo polémico de los temas, sumados a la beligerancia que ha caracterizado a los actores de la región, no propician un clima de entendimiento apropiado para avanzar en acuerdos. El diálogo se ha limitado a coyunturas específicas para resolver el enfrentamiento entre las organizaciones indígenas y la fuerza pública.

No es un secreto que para la guerrilla el norte del Cauca es un corredor estratégico por el cual transitan drogas, armas y dinero y que ésta tiene presencia en la región desde sus orígenes insurgentes. Tampoco es un secreto que grandes multinacionales de megaminería tienen el ojo puesto en los recursos de la zona y que al Gobierno le llama la atención poner a funcionar su locomotora de desarrollo minero allí. Y menos secreto es que los indígenas han habitado esta tierra ancestralmente y que han debido lidiar con los actores armados ilegales allí asentados, siendo acusados, con o sin razón, de ser sus colaboradores.

El norte del Cauca invoca conflictos históricos porque confronta a nuestras culturas tradicionales y ancestrales con la presión de la globalización, el desarrollo y la occidentalización con las que económica y políticamente se ha comprometido desde antaño nuestro Estado; enfrenta a la institucionalidad débil y poco popular con una ilegalidad arraigada; subyacen todo tipo de intereses claros y oscuros e intervienen tantos actores e interlocutores, muchos de ellos pescando en río revuelto para obtener réditos políticos, que no se ve la luz al final del túnel.

El norte del Cauca es una región condenada por su riqueza, en donde para cada actor la riqueza toma una forma distinta y esas formas son excluyentes y combaten entre sí. Pero no de una forma retórica sino de una forma real. No es una lucha de discursos, posiciones y argumentos sino de balas y actos de violencia: Un diálogo estéril entre mudos y sordos.

(*) Director del Programa de Ciencia Política de la Universidad de Ibagué.

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