Por un Tolima decente: votemos en blanco

Las candidaturas a la Gobernación del Tolima y a la Alcaldía de Ibagué, con opciones reales y ciertas de victoria, ya están definidas.

Representan más de lo mismo. Presagian ser peores que las pésimas anteriores. No sólo por los candidatos -respetables como personas y profesionales-, sino por ser ellos voceros históricos y actuales, bastante probados, en la práctica y el ejercicio político que acabó con el Tolima. O sea, porque ellos son consumados agentes de la politiquería, el clientelismo, la corrupción, que ha imperado en el Tolima en administraciones tanto municipales como departamentales en tiempos remotos y también bastante recientes.
Precisamente, ese estilo politiquero y clientelista de hacer política y de ejercer el poder -y que ellos representan- constituye causa fundamental del atraso político, social y económico que hoy padece el Tolima. Ya decía un célebre filósofo alemán que el estilo es el hombre. Nada más oportuno que éste axioma para definir de cuerpo entero los dos o tres candidatos, que con absoluta seguridad serán los próximos gobernantes de Ibagué y el Tolima. Ellos no han surgido silvestremente en la escena política regional. De ninguna manera: hacen parte, como alumnos aventajados, de una tenebrosa escuela de politiquería tolimense que nos avergüenza ante propios y extraños. Ahí está el detalle.
La política – para esa escuela- ha sido un camino rápido y expedito de enriquecimiento personal. Lo público les importa un carajo. Los hemos visto entrar a la administración pública en alpargatas y salir presurosos de ella en Mercedes Benz. Ingresar a la nómina oficial en la ruina personal y al poco tiempo registrando en sus activos costosas haciendas en productivas áreas rurales y lujosos apartamentos en Miami, París o Madrid.
Esa escuela prostituyó la política en el Tolima. Enseñó la forma de comprar votos y conciencias, alejando la actividad política de la discusión seria alrededor de propuestas de desarrollo integral para la región. Varios avezados comerciantes aprendieron sorprendentemente rápido la lección, y con carrieles llenos de fajos de billetes, dos semanas antes de cada debate electoral visitando barrios, veredas y municipios, demostraron que podían salir electos y, sobre todo, que la política era económicamente más rentable que cualquier otra área comercial.     Ahora, de nuevo regresan unidos con dos o tres de los más sobresalientes candidatos de su escuela política -como siempre- a saquear y acabar con la región.
El voto en blanco constituye un rechazo a esa escuela y su  nefasto estilo. Y también, una forma de persistir por alcanzar algún día un Tolima decente en política. Empecemos: tolimadecente@gmail.com.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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