Candidatos y paramilitarismo

Camilo González Pacheco

Conviene –en aras de mayor democracia- tener una visión objetiva, y un balance integral, del oscuro periodo histórico en que fuerzas reales del paramilitarismo ejercieron poder criminal en varias zonas geográficas del Tolima.

Para la franja de izquierda democrática, el paramilitarismo sí existió en la región. Sin embargo, algunos sectores de la derecha regional niegan la presencia pasada de esos asesinos, por estos lares. Lo hacen, en unas ocasiones, porque fueron sus aliados, voceros clandestinos, beneficiarios –no sólo económicos, sino también electorales-o testaferros. Otros, porque intentan tapar el sol tolimense con las manos del olvido. Y más grave aún, no se sabe a ciencia cierta, si al igual que en otras regiones del país, aquí también mutaron en bacrim.

Uno de los objetivos de un proceso de paz serio y duradero, tendría que contar con negociación que incluya al paramilitarismo todavía agazapado, a partir de las premisas fundamentales válidas para estos casos: verdad y reparación. Ojalá ese propósito se diera a nivel nacional, y de manera especial, en lo regional.

Sobre todo conocer las propiedades y riquezas que obtuvieron a sangre y fuego asesinando campesinos y extorsionando a tolimenses de bien. Además, evidenciando sus inexorables lazos económicos, militares y políticos que consolidaron con el narcotráfico en el Tolima.

No debemos olvidar que un próspero y poderoso capo del narcotráfico en el Tolima, -con muy buenos amigos y socios en la política regional- intentó comprar con billete contante y sonante un grupo paramilitar para aparecer como jefe del mismo y acogerse a los beneficios que ya a muchos de ellos –el Alemán para hablar del más reciente- significó sus cuentas saldadas con la justicia.

Conocer también, la expansión territorial en inmuebles rurales que el paramilitarismo alcanzó en el Norte del Tolima, de la mano del Mexicano, de Isaza, para hablar solo de ellos, y que necesariamente se dieron en Honda, Mariquita, Fresno y otros municipios colindantes.

Igualmente lo ocurrido en Valle de San Juan, San Luis, Espinal, Guamo y de ahí para abajo. Y algo, muy interesante –como diría el célebre y olvidado detective Chan Li Po- saber, de sus alianzas políticas y electorales. ¿También mutaron electoralmente?. En el Tolima no se conoce un estudio serio sobre el tema. Serviría mucho, sobre todo para conocer la opinión de candidatos a la Gobernación y Alcaldías sobre el asunto.

De ahí la importancia, de analizar con mucha seriedad y objetividad, la información estadística relacionada con el Tolima que se empezará a divulgar a fines de este mes con la presentación del Censo Agropecuario realizado por el Dane.

Nada de raro –al igual que en lo nacional- que la producción agropecuaria tolimense esté distribuida mayoritariamente en unidades de producción menores de cinco hectáreas, y que los dueños de inmuebles rurales de 500 o más hectáreas, que constituyen la mayor ocupación de territorio a nivel regional, estén en manos de un reducidísimo número de terratenientes ociosos. Lástima que este tema no sea preocupación electoral.

Comentarios