El Jefe Mejía

Camilo González Pacheco

Roberto Mejía, sin ser político de profesión, ha sido uno de los tolimenses más importantes en nuestra historia regional. Quizás por eso, o sea, el no concebir la política orientada al logro de beneficios económicos personales, pudo transitar en algunas oportunidades, de la empresa privada (Gerente de Fedearroz, directivo de la SAC) a la esfera pública (Concejal, Secretario Departamental, Gobernador encargado, Gerente General de Colpuertos, Ministro de Agricultura) sin caer en el intento y salir con pulcritud y transparencia de la nómina oficial sin enriquecerse con el presupuesto gubernamental.

Mejía, lo que si tenía bien claro -y lo impulsó- era la visión empresarial de un modelo de desarrollo regional que arrancaba de la producción agrícola con generación de empleo, acompañada de una clave fundamental: la reinversión de las ganancias en el Tolima. Contrario a personajes muy renombrados y famosos, cuyas utilidades obtenidas en el Tolima terminaban en abultadas cuentas bancarias radicadas en Bogotá o en el exterior, sin invertir un solo peso en el desarrollo para el Tolima.

A partir de esa concepción, Mejía y un pequeño grupo de empresarios tolimenses, convirtieron en realidad la ilusión de generar empleo, avanzar en educación superior para la juventud regional y nacional, crear instancias de proyección estratégica de desarrollo, y sobre todo, persistir en la unión entre los objetivos gubernamentales de desarrollo y los proyectados por la empresa privada, para pensar el Tolima como un proyecto unificador de esfuerzos y no de polarización de intereses. Es decir, construir un Tolima alejado del tradicional egoísmo opita, de la violencia bipartidista, del embuste electorero, y fundamentado en valores trascendentes surgidos de la tolerancia y convivencia, objetivos que Mejía practicó como un modo de vida.

Con Mejía se podía –y se tenía- que polemizar sobre la política de la ciudad y del Departamento, sin caer en los lugares tradicionales del sectarismo o el agravio personal a los contradictores. En ese sentido fue serena y sabiamente democrático. En alguna ocasión –sin dejar de ser conservador- apoyó expresiones de izquierda, en un ejemplo real de pluralismo ideológico en el Tolima. No tuvo políticamente hablando, enemigos en la izquierda o derecha regional: sencillamente contradictores respetuosos.

Roberto Mejía, apoyó los procesos de paz en Colombia. Estuvo en los primeros diálogos con las Farc, y de esas conversaciones quedó como recuerdo, entre otras remembranzas, la infaltable foto histórica con Tirofijo. También estaba pendiente de la culminación exitosa de los actuales esfuerzos de pacificación nacional. Pero sobre todo, Mejía no dejaba de soñar a diario con un Tolima próspero con desarrollo integral.

Roberto Mejía, le hará falta al Tolima, para avanzar en paz y desarrollo, sobre todo en estos impredecibles momentos históricos. Extrañaremos también su fina pinta, elegante porte y sonrisa siempre joven. Nos queda su cariño y enseñanza. Y la obligación existencial de continuar y mantener en alto los propósitos de alcanzar un Tolima más auténticamente nuestro y justo. Como lo imaginó el Jefe Mejía…a la altura de sus sueños.

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