El Tolima y ‘Cien años de soledad’

Camilo González Pacheco

Buscando, muy en lo profundo de la obra cumbre de García Márquez, que por estos días cumple 50 años de publicada, encontramos un evento y un personaje que en algo tienen que ver con el Tolima.

Empecemos por el acontecimiento, que por su lejanía geográfica, parece ilógico: la masacre de las bananeras de diciembre de 1928 en Ciénaga, Magdalena, donde fueron asesinados miles de trabajadores de la United Fruit Company, por orden directa del Presidente de la República, cuando desarrollaban una huelga pacífica en búsqueda de garantizar mejores condiciones de trabajo, y fueron exterminados a sangre y fuego. El Estado colombiano, disparando contra su propia población, en defensa de intereses gringos.

La orden la cumplió el General Carlos Cortez Vargas, citado así con nombre propio en la novela, quien decretó abrir fuego contra la manifestación. Leamos partes del relato:

“La huelga grande estalló…Allí estaba José Arcadio Segundo, el día en que se anunció que el ejército había sido encargado de restablecer el orden público… La ley marcial facultaba al Ejército para asumir funciones de árbitro de la controversia, pero no se hizo ninguna tentativa de conciliación…”.

Y empezó la tragedia:

“Señoras y señores -dijo el capitán con una voz baja, lenta, un poco cansada-, tienen cinco minutos para retirarse… Nadie se movió.

-Han pasado cinco minutos -dijo el capitán en el mismo tono-. Un minuto más y se hará fuego.

José Arcadio Segundo se empinó por encima de las cabezas que tenía enfrente, y por primera vez en su vida levantó la voz.

-¡Cabrones! -gritó-. Les regalamos el minuto que falta…

Pocas horas después:

“José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café”.

-Debían ser como tres mil -murmuró.

-¿Qué?

-Los muertos -aclaró él-. Debían ser todos los que estaban en la estación.

A partir de ésta conclusión envuelta entre lo novelesco y lo real, la cifra de muertos de esa masacre se registrará, en tres mil, aunque varios historiadores aseguran que fueron mil.

En la historia real y verdadera, el Presidente, que dio la orden, fue un tolimense de ingrata recordación. El Tolima no lo reclama dentro de sus prohombres. Su frondosa hoja de vida burocrática resulta imposible de superar por paisano alguno en el presente o futuro: Consejero de Estado, Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Embajador, ministro en siete carteras y Presidente. Su obra, en lugar de honrar la tradición humanista y democrática del Tolima, la deshonra. El Presidente que dio la orden de disparar contra su propio pueblo, desconociendo el derecho de asociación sindical fue el tolimense Miguel Abadía Méndez. ¡Que descanse en paz!

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