El quiebre de los sueños

Camilo González Pacheco

A partir de grandes mentiras generadoras de fríos miedos y apasionados odios, la historia registra dolorosos eventos construidos sobre falsos sueños, que tarde, pero con contundencia son descubiertos en toda su ignominiosa magnitud. Ejemplos existen muchos, en especial a nivel universal, y se cuajan algunos a nivel nacional.

Uno de alcance mundial está contenido en la novela “El hombre que amaba los perros”, del célebre periodista y novelista cubano Leonardo Padura, en la cual nos recuerda, que sembrar odio constituye vieja táctica que motiva e impulsa a actores permeables a estos engaños, a inmolarse como instrumentos ciegos de odio en búsqueda de contribuir con ocultos y protervos propósitos propios de caudillos y dictadores vestidos de piadosos gobernantes. Stalin, en el tema real de la novela de Padura, logró que Ramón Mercader creyera su cuento calumnioso, y asesinara cruelmente a Trosky, cuya única arma era una pluma, y a quien consideraba conforme la predica del instigador, un traidor de la revolución y un asesino del proletariado. Actuó equivocadamente convencido, que con ese brutal homicidio, defendía a la clase obrera, la igualdad y la revolución.

Para no ir tan lejos, y ubicados en nuestra patria, teniendo la novela de Padura como referencia, en esos aspectos, en especial el poder perturbador de mensajes de miedo, mentira y odio, y su capacidad de involucrar personas, como artífices cegados de indignación, cabe preguntarnos: ¿cuántos empresarios, dirigentes políticos, paramilitares (obvio, muy pocos), y ciudadanos de a pie, creen y sueñan –como lo hizo Mercader en su hora con el sueño proletario - que con repudiables actos de violencia, combaten al comunismo ateo y actúan como muro de contención en defensa de la propiedad privada, y otras nobles causas, en busca del sueño de instaurar eternamente un Estado confesional y oligárquico?.

Algo de esto, con novela incluida, subyace en el fondo de opinión pública en relación con la búsqueda de paz estable y duradera para Colombia. Los mensajes de los enemigos del proceso de paz, cargan con buen peso de mentiras, miedo y odio.

Sobre odios y miedos se han construido sistemas de gobiernos hegemónicos y dictatoriales. En ellos, la democracia integral y participativa, no puede existir, por cuanto las disidencias y las contradicciones se dirimen a sangre y fuego. Padura nos lo recuerdan magistralmente, sobre todo, cuando la historia corrió el velo y nos mostró a Stalin en toda su dimensión de perseguidor inclemente, de sus antiguos amigos y aliados.

En esos tiempos, como ahora, tanto por allá como por acá, el caudillo y líder hegemónico, ostenta tener toda la razón y la verdad. ¡Qué peligro!.

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