Desafío Super humano

Camilo González Pacheco

La dejación de armas de las Farc, tras 53 años de lucha guerrillera, cierra un ciclo histórico para Colombia: la viabilidad del acceso al poder de las clases populares por la vía de las armas.

En el siglo pasado, esa fue una opción válida y cierta en América Latina, que validó dicha estrategia en varias organizaciones político militares colombianas. Dicha vía estaba montada sobre un principio inexorable: el levantamiento popular.

En otras palabras, la organización armada caminaba detrás del movimiento masivo de los sectores populares, para enfrentar en su momento a la resistencia militar de las oligarquías, derrotarlas y tomarse el poder con el pueblo y con las armas.

Sin embargo, las Farc nacieron, no como opción cercana e inmediata para la toma del poder, sino como resistencia campesina. Más tarde, plantearon la opción de la toma del poder, pero nunca tuvieron la presencia masiva, a su lado, del pueblo sobre cual estructurarla.

En este sentido, vale la pena recordar que, en nuestra historia patria, se presentaron movimientos populares enardecidos, que, por falta de apoyo organizado de una estructura armada en ese momento, no alcanzaron el poder: el 9 de abril de 1948 con el asesinato de Gaitán, o el 19 de abril de 1970 con el robo de las elecciones al General Rojas Pinilla.

La derecha militarista también aprendió la lección, y presumían que, con el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, se produciría un levantamiento popular semejante al del 9 de abril, donde ellos con toda la fuerza castrense a su lado, podrían dar un golpe de Estado. Les falló el cálculo, pues no hubo levantamiento popular.

Con las Farc desaparece una estructura militar campesina de inmensa presencia en el territorio nacional. Su seriedad en el cumplimiento de lo pactado constituye garantía y aporte de indiscutible trascendencia para la paz de las futuras generaciones colombianas. Ojalá les vaya bien electoralmente, aunque eso de conseguir votos limpios y conscientes en Colombia, es una verdadera proeza democrática.

Todo depende también del mensaje político de cambio y renovación que envíen a la Nación. Carlos Pizarro, por ejemplo, habría podido ganar el debate electoral presidencial. Y eso se vio, desde el mismo inicio, para sorpresa del propio Pizarro.

Ibagué, fue la primera asombrosa experiencia de apoyo ciudadano. Barranquilla estaba con la plaza llena esperándolo. La semana siguiente Cali desbordaría la Plaza Caicedo, y el remate en Bogotá auguraba una Plaza de Bolívar a reventar. El reto, para las Farc y en general para el espectro democrático de paz y cambio, es volver a llenar las plazas públicas. Y, sobre todo, conseguir votos: contantes y sonantes. Ese es el desafío super humano.

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