La resurrección de los vivos

Camilo González Pacheco

La tienen dura los politólogos que cuestionan como desatinada la ubicación entre derecha e izquierda de las alternativas políticas con más opción de dirigir el Estado, en especial en América Latina.

La realidad los refuta. A nivel mundial, por ejemplo, los principales medios de comunicación, han resaltado que en las recientes elecciones mexicanas, con Andrés Manuel López Obrador, ganó la izquierda. Y es más, registran que la derecha y el centro, expresadas en el PAN y el PRD perdieron.

Lo que se percibe entonces, es que la tradicional polarización política sigue siendo válida, pero enmarcada entre una derecha tradicional y una nueva izquierda, que sin abandonar las esperanzas de cambio económico de las mayorías sociales de cada país, adapta sus propuestas a las condiciones reales y particulares de cada nación.

En gran medida, es el desplome de la vieja izquierda que concebía la transformación con ribetes universales abanderadas exclusivamente por el proletariado, con un partido político que fuera constituido y dirigido por ese sector social, a imagen y semejanza de experiencias victoriosas en su tiempo, en especial la China y la Soviética.

El nuevo concepto de democracia, permitió a las fuerzas de izquierda, acondicionar sus ejes programáticos a las realidades nacionales. En México, por ejemplo, el tema de eliminar la corrupción, fue trascendental para que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), creado hace tan sólo cuatro años, logrará la victoria con su candidato López Obrador.

La corrupción, asunto que no hace parte de las contradicciones tradicionales de izquierda, entre burguesía y proletariado, fue analizada por el electo Presidente López Obrador, como causa de la desigualdad social y económica y de la violencia, y logró sintonizar el país en la lucha frontal por erradicarla del suelo mexicano. Y con ello, avanzar en democracia integral para su pueblo, con mayor cobertura en educación y bienestar social, afianzando su programa de gobierno en la institucionalización de una honestidad valiente sembrada en el nacionalismo popular.

Este triunfo de la izquierda mexicana, con una campaña electoral de 18 años, y con el 53% de los votos, revitaliza la opción en favor de los pobres en todo nuestro continente, alternativa estigmatizada por experiencias fallidas que no pueden ser generalizadas, como lo hizo recientemente y de manera perversa la derecha colombiana para frustrar esperanzas de consolidación del Estado Social de Derecho.

En otras palabras, constituye la resurrección de propuestas actuales y revividas de cambio social que reclaman esperanzadas las naciones latinoamericanas. A buena hora.

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