De la irreverencia a la delincuencia

Camilo González Pacheco

La noticia de la bajada de los pantalones del senador Mockus durante la sesión del Congreso en Pleno en el Salón Elíptico el pasado 20 de julio, que ya era un acontecimiento con registro periodístico nacional e internacional, fue desplazada por la renuncia a su curul presentada por Álvaro Uribe, a partir del llamado a indagatoria realizado por la Corte Suprema.

Los dos eventos, tienen en común que fueron protagonizados por los Senadores más votados en el país. Y otra coincidencia: que se relacionan, cada uno a su manera y desde su perspectiva, con el tema de la moral. En efecto, Mockus será objeto de investigación disciplinaria por la Comisión de Ética del Senado que analizará moralmente su conducta. Uribe argumenta que el motivo de su renuncia se debe a que “se siente moralmente impedido para ser senador”, por el llamado de la Corte.

Dos miradas a la moral. Mockus en su calidad de profesor universitario, viene de un ambiente académico por principio cuestionador, rebelde e irreverente. No cuestiona a sus jueces, electorales o disciplinarios. Revive tabúes e inquiere sobre que es moral. Uribe, derecha dura y pura, defiende y ataca con métodos non santos según denuncias. Arremete y vocifera contra la Corte aduciendo que este Tribunal, tiene contra él móviles soterrados, donde prevalece la presión política y periodística, que lo presume manipulador y que lo cita a indagatoria con implícita medida de aseguramiento.

Y sus correligionarios van más allá: desde ya convocan a una gran movilización para defender al expresidente de ese montaje, que según ellos, es orquestado por sus enemigos políticos. Palabras más, palabras menos, por la rama judicial. Y ligan al Presidente electo, en esta hipotética confabulación de persecución judicial.

Lo que afortunadamente, ha quedado evidente en Colombia es que la hegemónica y rabiosa derecha triunfante en las pasadas elecciones, no podrá –por ahora- como lo pretendían algunos de sus más destacados voceros, desajustar a su antojo el equilibrio institucional de poderes en el Estado de Derecho. O sea, ya en el bolsillo con el Ejecutivo y el Legislativo, engullirse el Judicial. Pero la arremetida ya empezó,

Y en el tema moral, así planteado, que entre el diablo y escoja, por cuanto en el jurídico, tarde o temprano, allá en el Senado o acullá en la Corte, Uribe con el respeto al debido proceso, tendrá que responder por los presuntos delitos de fraude procesal y soborno.

Y la Corte Suprema tiene la dignidad, la serenidad y la sabiduría para definir con justicia los procesos que constitucionalmente son de su competencia. Así lo ha comprobado históricamente. Algo va de la irreverencia a la delincuencia.

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