Ladrar y rezar

Camilo González Pacheco

El rabioso discurso del Presidente del Senado, durante la posesión del Presidente de la República, no fue – como algunos ingenuos creen - políticamente disonante, sino armónico dentro de un balance integral de aquella solemne ceremonia. Quizás, y es muy probable, obedeció a una estrategia del Centro Democrático, que para estos efectos ha comprobado, sobrada eficiencia y eficacia, en manejo de medios y de sortear enredadas coyunturas políticas en su favor.

Un discurso conciliador, de altura histórica e intelectual, de parte de Macías, hubiese dado espacio para comparar las dos intervenciones, en un plano horizontal. Y el lado positivo, y la mirada estratégica del Presidente Duque, no se hubiesen disparado de la forma favorable como ocurrió, a partir de la más desafortunada de las intervenciones que registre la historia patria de un Presidente de Senado en estos trascendentales eventos.

Para una organización política como el Centro Democrático, eminentemente piramidal, y con un Jefe único y eterno como el que tiene, éste tipo de sucesos discordantes no se pueden presentar. Mucho menos cuando se celebra la mayor victoria obtenida en su corta y zarandeada historia partidista, como es el ganar la Presidencia de la República. Todo está perfectamente calculado. Hasta quien debe ladrar y quien rezar. Y sobre todo a qué hora.

A Macías le correspondió ladrar y distorsionar, a imagen y semejanza de sus maestros y directores José Obdulio, Paloma y la Cabal. Y lo hizo bien; pareciera y no es de extrañar, que el libreto de su discurso fuese hecho a cinco manos.

El Presidente Duque, en contraste con la alocada intervención de Macías, ha sido objeto de reconocimientos por su ponderado y gaseoso discurso de posesión, el cual, de seguro, no pudo ser arreglado sin la previa aquiescencia del Centro Democrático, y sus directivos. Pero casi nadie ha mirado las falencias de dicha alocución: la falta de hidalguía por reconocer alguna acertada política pública de su antecesor; los avances en paz, la ligera disminución en índices de pobreza y desigualdad, la buena imagen internacional, para citar sólo algunas de general aprobación.

Los odios, las revanchas y las mezquindades, le correspondió al discurso uribista del Poder Legislativo. Al Presidente uribista, como representación del Ejecutivo, le tocó hablar de los nuevos pactos para construir un nuevo país sin convocar expresamente, y con nombre propio, a los abanderados de la oposición. Ejecutivo y Legislativo, juiciosos y disciplinados están en el mismo carriel del expresidente paisa. Nada de disidencias.

Sólo les queda por echar en la mochila el poder Judicial. Por eso, el Centro Democrático, compactamente unido, lo tiene en la mira: Para desprestigiarlo, asaltarlo e intentar engullirlo. Amanecerá y veremos.

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