La resurrección del Congreso

Camilo González Pacheco

El Congreso de la República está recuperando en estos últimos meses, su tarea de control político que le compete constitucionalmente. El debate, inédito, de hace dos días contra el Fiscal General de la Nación, de nuevo reafirmó su papel de instancia fundamental para el ejercicio democrático de la controversia política nacional. A buena hora.

El reto siguiente a afrontar, sin soslayar que su función constitucional esencial es expedir las leyes, lo constituye la participación activa en la discusión nacional en torno a los asuntos y peticiones sociales y ciudadanas, que impulsan estudiantes, trabajadores, agricultores, transportadores y diversos sindicatos del país, entre otros, las organizaciones de la rama judicial, para la búsqueda de soluciones en conjunto con el ejecutivo.

El Congreso, puede entonces, convertirse en el centro de un amplio arcoíris de diálogo, negociación y concertación, evitando así, que prosperen las tesis que propugnan por reprimir el movimiento social, abanderadas desde las propias entrañas del gabinete presidencial, impidiendo que la desesperanza popular, se pueda trocar en expresiones de violencia.

Tanto en el Congreso como en el país, se vive un interesante conflicto ideológico y conceptual, entre derecha e izquierda, que tienen que ver con las visiones de Estado y Sociedad, así para muchos politólogos esta tesis dual ya esté superada. Giovanni Sartori, aún persiste en esa dicotomía y considera que la izquierda es la política que apela a la ética y rechaza la injusticia; es altruismo, hacer bien a los demás. Mientras que la derecha está más inclinada al statu quo y al beneficio personal. Veremos qué soluciones predominarán.

Nuestro parlamento, cuenta con un mosaico de partidos y organizaciones políticas claramente ubicadas en dicho contexto -a pesar de que muchos tibios se reclamen de centro-, lideradas por las Fuerzas Alternativas, en la izquierda, y el Centro Democrático desde la derecha, con gravísimos problemas para definir como la paz y el conflicto interno, e importantísimas reformas, entre ellas, la política, judicial, agraria, financiera y tributaria.

Las próximas sesiones en el Congreso se avizoran serias y candentes en todos los campos, desde las que tienen que ver con el control político hasta las que se refieran al desarrollo integral, aupadas por movilizaciones populares y sociales multitudinarias, que presagian buenos tiempos de participación ciudadana, para la democracia colombiana.

Ojalá primen las expresiones, humanistas, que tengan, ellas sí, como centro al ser humano y la satisfacción de sus necesidades y derechos, para avanzar hacia un futuro lleno de esperanza, y no permitan retroceder a un oscuro pasado de odios y violencias. El Congreso se constituye, así, en el mejor escenario para concretar estas aspiraciones. Y el país lo observa, paso a paso, vigilante.

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