El reguetón de la corrupción

Camilo González Pacheco

Un gran tema de preocupación para los colombianos sigue siendo el de la corrupción, no obstante que las parlamentarias Angélica Lozano y Claudia López la sacaron del estadio con el resultado obtenido en la consulta popular, que a pesar de su resultado, no pasó el famoso umbral. Gajes de legalismo, más que de participación democrática.

También Daniel Samper Ospina, obtuvo espectaculares éxitos con su reguetón, no solo por su letra cargada de picardía y humor, sino también por sus intérpretes, excelentes y serios parlamentarios bailando y cantando ese género musical. Unos con más gracia y fluidez que otros, así fuese en una pata como Navarro o muy tieso como Robledo.

Desafortunadamente la corrupción no es asunto nuevo. Es un mal crónico, que padece nuestra patria y que hunde sus raíces en la conquista y la colonia, como bien lo recuerda Antonio Caballero, en su reciente estudio sobre historia de Colombia y sus oligarquías. Los conquistadores, llegaron con todos los vicios, y buenas leyes, de la madre patria. Pero solo los motivaba a esta aventura del descubrimiento, la codicia y el afán de riqueza.

Nunca se cumplieron las leyes para la protección de los indígenas. Ni las expedidas por Isabel la Católica; ni las que luego expidió su viudo el Rey Fernando de Aragón; ni las posteriores de otros reyes españoles, recogidas en la famosa “Recopilación”, que según Indalecio Liévano Aguirre, - resaltado por Caballero- constituían una de las mayores hazañas del espíritu de Justicia y de la inteligencia humana.

Pero, desgraciadamente, jamás se cumplieron: ni las leyes, ni los organismos para combatir la violencia, corrupción y anarquía funcionaron. Se creó la Real Audiencia cuyo primero presidente no alcanzó a llegar a Santa Fe porque lo envenenaron en Mompox. Y gran parte de los que enviaron a atajar este mal, resultaron más corrompidos que sus vigilados. Algunos que atacaban con entereza estos males, tenían que defenderse de denuncias falsas, que sus enemigos remitían a España, llevándoles un buen tiempo demostrar su inocencia. Cualquier parecido con la actualidad no es mera coincidencia.

La centenaria batalla contra la corrupción continúa. No es solo corrupto, en concepto actualizado, quien se roba las arcas oficiales en beneficio propio o de terceros, sino también quien utiliza su cargo o función pública para derivar algún beneficio, provecho, información, utilidad, o influencias indebidas.

Tenemos entonces, que son corruptos, quienes a sabiendas, hacen préstamos gota a gota a municipios pobres, que no podrán cancelar las obligaciones. Como también lo son quienes atacan y se defienden con pruebas que no han sido descubiertas por las partes, ni debatidas en los procesos correspondientes. Seguimos en el baile.

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