Peor es nada

Camilo González Pacheco

En Colombia persiste un conflicto interno, y el Eln, hace parte indiscutible – ¡y de qué manera! – de esta confrontación. Obvio, que la organización subversiva no está en capacidad de derrotar militarmente al Estado, aunque conserve indiscutible y perturbadora presencia, en varios lejanos territorios de la geografía nacional.

Desconocer el conflicto, conllevaría a considerar, conforme lo hacen algunos destacados dirigentes de la política nacional, a dicho grupo insurreccional como una exclusiva pandilla de facinerosos y criminales, lo cual políticamente no es cierto ni correcto, aunque los hechos reales, crueles y bárbaros perpetrados contra inocentes jóvenes en la Escuela de Cadetes General Santander, los ubiquen en dicha condición en el lógico imaginario nacional.

En otras palabras, si dicha organización fuese sólo una bacrim, no existe alternativa distinta para el Estado que combatirlas como cualquier grupo delincuencial. Sin embargo, por fuerza de los hechos y la historia, el Eln –como ya se expuso- hace parte de un dramático conflicto interno, que reiteradamente se expresa en estos actos ominosos y despreciables, propios de los inhumanos conflictos bélicos, lo que obliga a tenerlo como interlocutor para efectos de avanzar en procesos humanitarios, en medio de la confrontación, y búsqueda de paz estable y duradera para Colombia.

Quizás esta premisa ayudó en mucho, a iniciar y orientar las negociaciones con las Farc, que terminaron exitosamente en La Habana. Y ojalá, este antecedente histórico sirva de guía para reanudar los necesarios y urgentes diálogos con el Eln.

El presidente Duque no ha reconocido, expresamente la existencia del conflicto interno. Ni en su discurso de posesión ni en la solemne pieza oratoria de la Catedral de Bogotá, en solidaridad con las familias de los jóvenes despiadadamente asesinados. Sin embargo, se debe reconocer que el Presidente, a pesar de no referirse puntualmente al asunto, de forma acertada no descartó tajantemente un diálogo, sino lo sugirió con condiciones, entre ellas, la imprescindible liberación de los secuestrados.

El diálogo con el Eln, es necesario, en medio de tantas dificultades, incluida la exigencia del Gobierno nacional a Cuba de la entrega de los 10 negociadores para juzgarlos por el reciente atentado. Menudo lío. Sobre todo, insistir en las conversaciones para la búsqueda de una pronta liberación de los secuestrados; la cesación definitiva de ataques y hostilidades militares; la suspensión de agresiones contra la población civil y la infraestructura petrolera.

Todo ello, para avanzar en paz, acompañados de la solidaridad internacional de los países garantes. Y consolidar convivencia en territorios azotados, a toda hora, por la violencia y la muerte, en especial en regiones del Chocó, Cauca, Nariño, Arauca, Catatumbo, Sur de Bolívar. Algo es algo. Peor es nada.

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