Y no fueron felices

Camilo González Pacheco

El matrimonio es un contrato que se sustenta en el libre consentimiento de los contrayentes. Algunos autores, no son partidarios de esta definición. Lo consideran un acuerdo solemne, en tanto origina, obligaciones que no son sólo patrimoniales, sino deberes jurídicos: el amor, la fidelidad y la ayuda mutua. Cosa seria.

Constituye una institución que evoluciona rápidamente. Ya no es exigible para su validez, por ejemplo, que se lleve a cabo entre un hombre y una mujer. Se puede llevar a cabo, entre personas del mismo sexo.

Ahora bien, -en terrenos jurídicos- cuando se expresa la voluntad de contraerlo, ella debe ser real, como en cualquier negocio jurídico. Si se cumple simplemente con los ritos (la boda), persiguiendo otra finalidad, es decir, cuando se expresa un falso querer sobre sus fines esenciales, tal acto es nulo.

Eso fue, lo reiterado por la Corte Suprema de Justicia en reciente jurisprudencia, al rechazar una tutela, que presentó una joven de 28 años de edad, pretendiendo quedarse con la pensión vitalicia de su cónyuge de 95. Recabó –la Corte- que los matrimonios se podían declarar inexistentes bajo la figura de la simulación, cuando no se contrae con los propósitos ya enunciados. Fue precisamente lo sucedido en el caso analizado, donde no se expresó un consentimiento cierto al respecto, ya que según los testimonios, la relación que en esa pareja se dio fue más de nieta y abuelo, para obtener una prestación económica.

A pesar de los avances en el respeto por la autonomía personal, el matrimonio históricamente se ha utilizado para muchísimos fines, no sustentados en el libre consentimiento. Existían -y aún existen- matrimonios por compra. El feudal, para hablar de un solo ejemplo histórico, donde los casamientos, eran como especie de negocio: las niñas quedaban comprometidas a edad muy temprana.

Tristemente, en muchas culturas, se siguen presentando matrimonios infantiles. Problema que no es exclusivo de las niñas, aunque a ellas las afecta mayormente tanto en porcentaje como por sus diferencias biológicas y sociales. Éstas suelen morir en partos y sufrir graves problemas de salud.

Otro fenómeno lamentable que afecta a mujeres y niñas en condición de vulnerabilidad, lo constituye el matrimonio servil, ligado estrechamente a la trata de personas, que implica explotación laboral o sexual, violencia, aislamiento, esclavitud y que según la ONU lo sufren alrededor dos millones y medio de personas.

En nuestro medio se simula, en muchas ocasiones, para obtener pensiones vitalicias, seguros de vida y visas, o como medio de ingresar o trabajar en otro país. Son gajes de la pobreza. En estos casos, contrario a los cuentos de hadas, se casaron y no fueron felices.

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