Humillados y ofendidos

Camilo González Pacheco

México sufrió recientemente una gran humillación con el fallido operativo de la captura de Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, uno de los delincuentes más buscados en ese país. Otro sometimiento, a las fuerzas potentes del narcotráfico, que nos hacen saborear a cada nada, el polvo de la derrota.

La guerra contra las drogas, sustentada en el prohibicionismo y la represión ha sido un fracaso total. No logra reducir, ni el tráfico ni el consumo. Desde que Richard Nixon declaró a las drogas como el principal enemigo de la humanidad, hace ya más de cuarenta años, se ha librado con ferocidad esa infructuosa batalla, que solo ha dejado miles de muertos.

Comprobamos con pesadumbre, que un mundo libre de drogas es otra utopía. Las drogas, como el alcohol y otras muchas sustancias que pueden resultar nocivas y letales para la salud de los seres humanos, llegaron para quedarse. Millones de personas las consumen al año y otras tantas sufren adicción problemática, siendo precisamente Estados Unidos, el país que más muertes tiene por este consumo. Pero también, el país en donde finalmente se quedan la mayoría de las ganancias por este comercio, que precisamente es tan rentable y jugoso por ser ilícito.

Por ello, desde hace ya varios años, se viene considerando la necesidad de replantear las estrategias contra esta problemática. Colombia, México, Guatemala y Brasil han liderado propuestas de cambio en esta guerra, en busca de mejores resultados, reconociendo que el problema está fuera de control de los países productores, a quienes se les exige demasiado, cuando en los países consumidores, son incapaces de reducir el número de adictos.

El narcotráfico, ha sido comparado con el mítico personaje de la Hidra de Lerna, una criatura que reproduce dos cabezas cuando le recortan una. Muchos narcotraficantes son dados de baja, detenidos, se desmantelan carteles, como el de Antioquia o Valle, pero capos y carteles resurgen una y otra vez, porque sencillamente el comercio de esas sustancias sigue siendo un extraordinario negocio. Para el año 2014, se estimaban las ganancias producidas por este ilícito en el mundo, en 320.000 millones de dólares.

Por tratarse de un problema internacional, la solución debe ser entonces, global y consensuada. Con un enfoque humanista y multidisciplinario. Basada en derechos. Centrada en los seres humanos y en la salud pública. No en las sustancias. Las estrategias viables son entonces, regularizar la producción y el comercio, despenalizar el consumo y tratar médicamente a los adictos. Ya lo han hecho con éxito, entre otras naciones, Portugal, Uruguay, Holanda, y nada más y nada menos, que Veintitrés Estados, de los Estados Unidos en diferentes modalidades. De otro modo, nos seguirán arrodillando.

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