Conversación nacional

Camilo González Pacheco

Francisco De Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, ha reiterado ante el Estado colombiano, la urgencia de la implementación de la reforma rural integral, como necesario requisito para cumplir parte de lo pactado en el Acuerdo de Paz con las Farc.

De nuevo, la reforma agraria, -cómo hace más de un siglo- continúa siendo tema de necesaria referencia, en cualquier intento histórico para alcanzar paz e igualdad social en Colombia. Sin olvidar, para ajustar cifras, que el conflicto armado ha dejado ya más de nueve millones de víctimas.

Sin embargo, la tímida reforma agraria propuesta en el Acuerdo, no encaja dentro de las clasificadas por Antonio García Nossa, como estructurales. Simplemente, constituye un paso viable y necesario para consolidar un proceso de paz estancado. No se pretende el urgente y necesario desmonte del poder terrateniente y oligárquico imperante en el campo colombiano.

Se busca, -dentro del Acuerdo de Paz en el asunto agrario- la entrega a los campesinos, de tres millones de hectáreas, de las 114.174.800 que conforman el territorio nacional, para construir en ese espacio territorial vías terciarias, garantizando créditos, salud, mercado para sus productos. Además, cumplir con el programa de sustitución de cultivos.

Sin embargo, los terratenientes colombianos empotrados en la cabeza del Estado, y liderados por Álvaro Uribe, José Félix Lafaurie, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, entre otros célebres personajes de la política nacional, se oponen férreamente a cualquier intento de restitución de tierras. Además, tienen su propia razón para hacerlo.

Según estudios del Igac, 14 millones de hectáreas son destinadas a la ganadería neta, o “al rojo vivo”, es decir, reservada exclusivamente para el pastoreo intensivo. Circunstancia que, según expertos agrarios, junto con la erosión y la deforestación constituye una de las principales enfermedades para nuestro suelo. Para colmo de males.

De ahí, lo pertinente del diálogo social propuesto por Francisco De Roux, que valga la pena anotar, no solo es novedoso e interesante semánticamente, por ir más allá de la antigua visión de diálogo nacional, -que sigue siendo vigente- sino por el acento diseñado en un diálogo, que es ante todo una conversación, una plática, un razonamiento del país hacia la reconciliación.

Recordemos también, que Colombia se ubica como el país más desigual en América Latina, en los derechos de propiedad sobre las tierras. El 1% de las fincas de mayor tamaño tienen el 81% de la tierra colombiana. El 19% de tierra restante se reparte entre el 99% de las fincas. Sin olvidar, -según estudios de Oxfam- que más de un millón de hogares campesinos viven en menos espacio del que tiene una vaca para pastar. Catastrófico.

Comentarios