Toma chocolate y paga lo que debes

Guillermo Hinestrosa

La pandemia arrasa con millares de ciudadanos en el mundo, pero le ha servido de tabla de salvación a gobernantes opacos que vieron la oportunidad de convertirse en adalides de la prevención, el cuidado de la salud, la repartición mercados e investirse de una autoridad que no tenían, saliendo por radio y televisión a anunciar toda suerte de medidas restrictivas. Ahora, con el rebrote, les llegó una segunda ocasión de lucir como estadistas: pico y cédula para gestiones comerciales, administrativas o bancarias; ley seca; toque de queda o confinamiento estricto, con cierre total de establecimientos de comercio, como el que padecen tres localidades de Bogotá.
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Las restricciones han regresado por la indisciplina y el desorden sociales, aunque también por despropósitos de mandatarios que deberían dar ejemplo. Muestra de lo primero es una fastuosa fiesta de matrimonio que celebró, en diciembre, una reconocida familia de médicos, a la que asistieron 150 invitados, 40 de los cuales resultaron con covid; o la campaña “Ibagué Vibra en Navidad”, con más de quince eventos masivos en todas las comunas y algunas veredas.

No nos extrañe, entonces, que Ibagué haya alcanzado el 100% de ocupación de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). El alcalde Hurtado, entrevistado por Caracol Televisión, anunció un confinamiento desde las 8 p. m. del viernes 8 de hasta las 5 a. m. del domingo 10 de enero. “Esto va sumado a la ley seca. Se va a prohibir el consumo de bebidas alcohólicas y se van a hacer los controles respectivos”. Una alta funcionaria del municipio me comentaba que el ambiente en la administración es tenso, como de guerra.

En efecto, a Andrés Hurtado solo le falta salir a prometernos “sangre, sudor y lágrimas”. Y la verdad, dan ganas de llorar: contrajo el coronavirus durante las novenas populares que organizó, por fortuna sin lamentables resultados. Lo supimos porque su numerosa parentela compartió en las redes sociales la fiesta, con orquesta, en la que celebraron jubilosamente su recuperación. Pero no todos corren con la misma suerte: hospitales y clínicas del Tolima se están viendo obligados a decidir quien vive y quien muere, pues ya no hay cama pa´ tanta gente.

No han sido las únicas señales equívocas de este funcionario. Si alguna lección está dejando la pandemia es la importancia de ordenar las ciudades: ofrecerles a los ciudadanos espacios públicos abiertos: parques, alamedas, senderos, escenarios para practicar deportes. Lastimosamente, Ibagué se sumerge en un caos ambiental, urbano y de movilidad por la negligencia del municipio en reglamentar el Plan de Ordenamiento Territorial. Cada vez que se incrusta un adefesio de 500 apartamentos, donde no cabe, una comunidad entera se empobrece y estropea su calidad de vida, producto de hacinamiento, congestiones e inseguridad.

Por lo visto en la “Ibagué que vibra” no se reglamentará la libertad de alturas, ni se recuperará el espacio público, ni se cobrará la plusvalía por mayor aprovechamiento, pues con apenas 46.000 votos el compromiso es menor con los 550.000 ciudadanos y superior con el puñado de financiadores de la campaña.

El alcalde conservador encomia a los ibaguereños a confinarse en sus devaluadas casas. A que coman callados tamal con chocolate, no sea que por bocones los manden a morir en la UCI de una ciudad extraña.

GUILLERMO HINESTROSA

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