¿País de cafres?

Guillermo Hinestrosa

Nos dice Google que el Corán usa la palabra kafir (en español cafre) para referirse a una persona que se niega a aceptar el dominio y la autoridad de Alá. Un infiel.
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Dicha expresión peyorativa en la lengua árabe ha sido retomada por los israelíes, quienes bautizaron kafires a los aviones de guerra con los que lanzaban ataques preventivos e intimidaban a sus vecinos hostiles. Un recordatorio de supremacía militar del estilo: “Yo, el infiel, soy tu tormento”.     

Por su parte, La Biblia denomina gentiles a quienes no pertenecen al pueblo elegido: los no judíos incircuncisos. Pero en occidente el término se fue acuñando como sinónimo de amabilidad, sobriedad, prudencia. Gentil hombre y gentelmen son expresiones alusivas a caballeros doctos que intentan persuadir con buenas maneras y sin arrogancias. En su sentido original cafre y gentil significaban lo mismo para nativos árabes y hebreos, refiriéndose al pagano forastero, al bárbaro, al hereje o al nativo incrédulo; pero derivaron en conceptos diametralmente opuestos.  

Llama la atención que el maestro Darío Echandía haya dicho: “Colombia es un país de cafres”. Argumento de autoridad con el que nos desahogamos vociferando estar rodeados de malnacidos, cada vez que las mayorías electorales o parlamentarias toman un rumbo diferente al que creemos justo y necesario. Aunque Echandía señalaba más a nuestras élites que al pueblo. 

No pareciera ser un camino de gentileza el escogido por nuestros gobernantes para sortear la crisis. La pobreza se disparó al 40,1%, el desempleo al 17,3 % y el déficit fiscal pasó del 3% al 9%. Es tan crítica la situación financiera, que el gobierno radicó una dolorosa reforma tributaria que pretende extraerle $7.100 millones de dólares anuales más, a las personas naturales, en una nación empobrecida, para que “no perdamos el grado de inversión”. 

El problema es lo mal que usamos los recursos: refiriéndose a los 30 billones (US$8.450 millones) gastados en la pandemia, el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana advirtió la semana pasada: “El manejo de los dineros por parte del Gobierno colombiano ha sido opaco y ha incumplido con algunos principios de la Ley de Transparencia y Responsabilidad Fiscal”. La Procuraduría no se ha dado por aludida, empeñada en que el Congreso le sume 400 empleados. El pretexto, ajustarse al fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que condenó a la Nación por la destitución (no judicial) de Petro. Así aumentaron, en pleno 2020, las burocracias de Contraloría y Registraduría.  

Derroches que no merecieron comentarios del corifeo de apoyos a la Reforma Tributaria orquestado por la misión del Fondo Monetario Internacional, el presidente del BID, los consultores de la Ocde y los tecnócratas que rondan las puertas giratorias que van de Hacienda y Planeación a los organismos internacionales, tanques de pensamiento y gremios de la producción.    

Entretanto, los militares presionan la compra de 24 aviones F-16, para remplazar nuestros kafires israelíes. Un impresentable gasto de $4.500 millones de dólares en medio de la catástrofe social. No creo que Duque, con el sol a sus espaldas, comprometa el doloroso esfuerzo tributario en la vanagloria de convertirse en el “tormento” de Maduro. 

De lo contrario, también el pueblo remplazará a sus cafres. 

GUILLERMO HINESTROSA

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