Transparencia al Parque

Guillermo Hinestrosa

Cuentan las últimas noticias que el alcalde Hurtado acaba de “socializarle” a un grupo de empresarios la «Operación Centenario», proyecto con el que reaccionó a las críticas por la inundación de la Concha Acústica, en pleno espectáculo del Ibagué Festival. Un escenario que se acostumbró a albergar nuestros magníficos festivales, sin baños ni camerinos y con media cubierta remendada con polietileno.
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El proyecto no fue fruto de un concurso arquitectónico abierto, de una convocatoria a los mejores arquitectos paisajistas del país, para premiar sus soluciones de diseño a la integración de fachadas y recintos culturales con jardines exteriores, senderos e instalaciones recreativas y deportivas, ofreciendo soluciones de drenaje y manejo de aguas, como se hubiera esperado de una ciudad declarada Capital Americana de la Cultura 2022 y Ciudad Creativa Musical de la Unesco.

 Aquí se contrata mediante “alcaldadas”. Es decir, a las volandas, sin estudios completos ni ingeniería de detalle. Los costos unitarios son estratosféricos, los presupuestos de caucho y las interventorías de bolsillo. Ha sido el caso de su vecino, el Panóptico, bien cultural con un rosario de adiciones y sobrecostos, cuya conclusión supera 10 años de retraso. 

La remodelación nos costará la bicoca de $30 mil millones: $23 mil del municipio, $5 mil de la Gobernación y $2 mil de Cortolima. Ibagué Limpia le habría entregado los “diseños” al secretario de Infraestructura “para que arranquemos la estructuración”. No contemplaron estudios de ingeniería de sonido para la Concha Acústica. Les basta con enchufar parlantes de gran potencia, como lo hacen a diario en el Parque Murillo Toro, sin consideración con las personas que trabajan y habitan los edificios de la Cámara de Comercio, Gobernación del Tolima, Banco de la República, Beneficencia, Corfitolima, Seapto, BCH, El Parque, Bancafé y demás zonas del centro institucional de la ciudad.   

Metamos la “Operación Centenario” en una urna de cristal. Les solicito a los organismos de control que hagan públicos los estudios que fundamentaron dicha intervención: diseños definitivos, planos de ingeniería, presupuestos de obra detallados (con costos directos e indirectos), cálculos de cantidades de obra, etc. Que faciliten el trabajo de las veedurías. Que lo conviertan en un caso piloto de seguimiento. Un ejercicio didáctico que le explique a la ciudadanía, en términos concretos, en qué consisten la transparencia, objetividad y oportunidad. Que nos den un ejemplo práctico de qué es lo que hacen y para qué sirven las tales “ías”.

Reto a las facultades de Arquitectura e Ingeniería a que asuman el desafío de evaluar la solidez de los estudios previos, la calidad del diseño paisajístico, su funcionalidad y costo de las soluciones, con espíritu positivo pero independiente y crítico. Que profesores y estudiantes salgan de los síndromes “torre de marfil” y “primera línea” y le presten un servicio a la ciudad, sustentando sus observaciones, recomendaciones y glosas. Que procuradores, contralores, veedores y académicos hagan de la transparencia una experiencia real, útil para el ciudadano. 

La distinción que nos dio la ONU hay que sostenerla, pues se reevaluará en tres años, y las malas prácticas la ponen en peligro. No hay derecho a que la intervención de un bien icónico como el Parque Centenario obedezca al apetito de un funcionario en tiempos electorales.   

El Parque es de todos al igual que los dineros públicos, así muchos, equivocadamente, los den por perdidos.    

 

GUILLERMO HINESTROSA

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