No se laven las manos

Guillermo Pérez Flórez

En momentos en que la solidaridad emerge como un valor fundamental, nada resulta más nocivo y destructor que la sospecha generalizada de que los recursos públicos y las ayudas ciudadanas son objeto de malos manejos, o utilizadas con fines politiqueros para acrecentar caudas electorales.
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La Contraloría General de la República ha denunciado que en muchos departamentos y municipios se están aprovechando de la “urgencia manifiesta” para asignar a dedo contratos de bienes y servicios. De hecho, esta entidad y la Procuraduría General de la Nación coinciden en afirmar que lo más recomendable sería centralizar la contratación. ¡Horror de horrores! El centralismo nunca ha sido dechado de virtudes. El ente fiscalizador dice que entre el 10 de marzo y el 5 de abril se suscribieron 37.932 contratos relacionados con recursos para atender a la emergencia de covid-19, y que detectan compras de kits de mercados con precios superiores a los de las grandes superficies y que, como si fuera poco, se han celebrados contratos de publicidad para hacer campañas sobre recomendaciones de higiene, como lavarse las manos o usar tapabocas, aspectos en los cuales existe saturación de información.

Las irregularidades que denuncian valerosos periodistas y concejales no deben despacharse de manera alegre y con desdén por parte de los gobernantes. No señores. Deben despejar dudas. El lavatorio de manos es para prevenir el contagio del virus, no para eludir responsabilidades éticas y políticas. Las facultades que les confiere la urgencia manifiesta deben manejarse con rigor, de manera que no haya lugar a la más mínima sospecha ni tacha moral. Como reza el adagio, la mujer del César no solo tiene que serlo, sino parecerlo. ¿Cómo demandar disciplina y solidaridad a los ciudadanos, si los mandatarios no dan ejemplo y no elevan sus estándares éticos? ¿Es mucho pedirles que estén a la altura de las circunstancias?

La soledad con la que hoy están manejando los presupuestos y los programas oficiales es aparente. No hay que engañarse. Es verdad que no hay gente en las plazas, pero nunca como ahora existen más ojos mirándolos. La ciudadanía exige manos limpias en el ejercicio de funciones públicas. Manos limpias en la administración de los recursos y donaciones. Vienen días muy difíciles, y se va a necesitar de mucha confianza en las instituciones y en los funcionarios, de lo contrario la vida pública se tornará más insufrible de lo que ya es. No es momento para ilusorios protagonismos ni para aprovecharse de las necesidades y angustia de los más vulnerables y necesitados. La sobreexposición mediática que hoy tienen los gobernantes puede volverse en su contra el día de mañana cuando se examine retrospectivamente su comportamiento. El hastío de la corrupción se encuentra en modo pausa por las circunstancias, pero puede convertirse en un tsunami social que no deje títere con cabeza una vez volvamos a la “normalidad”, y tengamos que seguir usando tapabocas ante la insoportable pestilencia moral.

Cierro esta nota con una frase de Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Están advertidos.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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