Desde los tiempos del hechizado

Guillermo Pérez Flórez

Colombia ha tenido siempre más geografía que historia. Es otra manera de decir que hemos tenido más territorio que Estado o que en muchas regiones y rincones de la patria éste brilla por su ausencia y es una ficción o un acto de fe.
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La gente tiene que creer en él aunque nunca lo haya visto. La falta de ocupación y control del territorio es uno de nuestros males crónicos. Viene desde la colonia española, que tampoco pudo conseguirlo. Esta falencia permitió el surgimiento de los Palenques, lugares donde los esclavos fugados se refugiaban para escapar del poder virreinal. Eran una especie de Estado dentro del Estado, que funcionaban con otras reglas, otras lógicas políticas y económicas, otras culturas diferentes a la española y a la criolla. Los esclavos escapaban allí para vivir en libertad y con autonomía. La más célebre referencia es el Palenque de San Basilio, corregimiento del municipio de Mahates en el departamento de Bolívar, a 50 kilómetros de Cartagena, la tierra de Antonio Cervantes, ‘Pambelé’.

Era tanta la incapacidad del poder virreinal en cuanto al control del territorio, que el rey Carlos II de España, que también lo era de Nápoles, de Sicilia y Cerdeña, de los Países Bajos y del Imperio Español de ultramar (desde México a las Filipinas), a quien le decían ‘El hechizado’, en más de una ocasión tuvo que negociar con rebeldes que atracaban las barcazas imperiales que viajaban por el Magdalena para quitarles el oro, y reconocerles la propiedad de las tierras que tenían. Desde esa época, siglo XVII, lo que es hoy el estado colombiano ha tenido que otorgar más de medio centenar de amnistías a piratas, rebeldes, guerrilleros, terroristas, bandas criminales o forajidos, – como usted prefiera – que le han disputado el control del territorio. El problema es crónico. Los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial – PDET – que actualmente se están desarrollando en 170 municipios, no son otra cosa que una estrategia para tratar de solucionar esa crisis de Estado en territorios abandonados, y nacieron justamente de los criticados Acuerdos de paz con las Farc.

Estos días hemos tenido cuatro masacres: Samaniego, Arauca, Tambo y Tumaco (las número 34, 35, 36 y 37 de este año), que muestran lo disfuncional e incapaz que es el Estado cuando de proteger la vida de los colombianos se trata. Esta orgía de sangre es una vergüenza, pero el gobierno solo atina a decirnos que el problema son el narcotráfico y las bandas criminales. Patético. Uno entiende que tiene otras preocupaciones, como la elección del nuevo Procurador General, pero al menos debería gesticular para hacernos creer que le preocupa el problema. En otro país, 4.5 masacres por mes ya habrían tumbado al gobierno o siquiera el ministro de la Defensa, aquí sin embargo, no pasa absolutamente nada. Nos hemos acostumbrado a la ingobernabilidad y a la muerte. 

Superar el déficit de gobernanza territorial es una de las prioridades nacionales. Mientras no lo hagamos, seguiremos teniendo más Araucas, Samaniegos, Tambos y Tumacos.  Sr. Presidente: ¿cuántas masacres se necesitan para reaccionar?

GUILLERMO PEREZ FLÓREZ

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