El túnel del tiempo

Guillermo Pérez Flórez

Por fin se hizo realidad el Túnel de la Línea. Sólo puede sentirse alegría y esperanza, pues ha sido una de las grandes aspiraciones no solo de tolimenses y quindianos, sino de millones de colombianos que a diario tienen que enfrentarse a una geografía agreste y rebelde, para movilizarse a lo largo y ancho del país.
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Esta mega obra la hemos esperado durante más de un siglo. En realidad la apertura de caminos por los cuales pudiera transitar la caballería, está consagrada en una cédula real de 1549, que imponía a las ciudades que se fundaran en la Nueva Granada tal obligación. Es decir, desde los tiempos de Andrés López de Galarza tenemos el reto de someter una geografía tan accidentada como nuestra propia historia, objeto de estudio del sabio Caldas, del Barón de Humboldt, de Agustín Codazzi, de José Celestino Mutis y de decenas de geógrafos y naturalistas que atravesaban los Andes, así como de las tropas patriotas y realistas.

El Túnel de la Línea (ahora Darío Echandía), es una obra estratégica que conecta el centro y el suroccidente del país. Durante los tiempos de la colonia, se construyó el camino Real entre Santafé y Quito. Se salía de Santa Fe a Tocaima, luego a Mariquita, de allí a Ibagué, a Cartago, a Cali, a Popayán, a Almaguer, a Pasto y finalmente a Quito. Era un viaje penoso de cincuenta y más días. Se dice que este camino se trazó siguiendo una ruta utilizada por los indios Quimbayas para cruzar la cordillera central, su importancia entonces está clara desde hace más de 500 años. La pregunta es, por qué nos tardamos tanto. La respuesta es sencilla: por falta de voluntad política, de planificación y de compromiso.

La Contraloría General de la República ha puesto de manifiesto que el costo de este proyecto fue superior en un 500% al presupuestado. Como lo recordara la ex Contralora Sandra Morelli, en entrevista que tuvo a bien concederme esta semana, uno de los contratistas sacó del país la bicoca de 300 mil millones de pesos, los cuales por fortuna se recuperaron gracias a su intervención.

El rezago vial que padecemos es una vergüenza. Ecuador y Venezuela tienen mejores vías que nosotros. Esto resta competitividad a las exportaciones y a la economía, el flete entre Bogotá y Buenaventura es muy costoso. Colombia tiene que hacer un mayor esfuerzo en infraestructura vial. La vía Villeta-Honda, por ejemplo, es un tapón que impide el desarrollo del norte del Tolima y parte de Cundinamarca. En los últimos 40 años, que yo sepa, a esta vía no le han hecho nada, sin embargo, ahora quieren poner un quinto peaje entre Bogotá y Mariquita, en un tramo de escasos 160 kilómetros. Ojalá no tengamos que esperar cien años más para ver otra obra como la de la Línea.

Este túnel no conecta a Calarcá con Cajamarca, conecta el siglo XX con el XXI, nos permite viajar en el tiempo y tener un anticipo de lo que debería ser una Colombia moderna y próspera. Está claro qué debemos hacer.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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