Buen viento y buena mar

Guillermo Pérez Flórez

Desde que tengo conciencia nunca la posesión de un presidente de la República había despertado tanta expectativa en el país como la de Gustavo Petro. Posiblemente, la de Alfonso López Michelsen en 1974.
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Esto es positivo y negativo a la vez. Positivo porque puede marcar el inicio de un nuevo comienzo y generar un ambiente de fe en Colombia. Negativo, porque si las cosas no salen como se esperan la frustración va a ser muy grande.

Su elección puede marcar un antes y un después, similar a la que marcaron la de Lula en Brasil (2002), la de Evo Morales en Bolivia (2006) o la de Pepe Mujica en Uruguay (2015). Tres líderes descalificados por las élites de sus respectivos países, que terminaron siendo grandes presidentes, jalonando procesos modernizantes. Fenómenos similares al de Felipe González en España (1982). Todos se movieron dentro de una economía de mercado, ninguno hizo comunismo, de hecho oxigenaron el capitalismo. Algo similar puede pasar con Petro, quien no la tiene fácil. Recibe un abultado déficit fiscal (5,6 % del PIB); una deuda pública equivalente al 56,5 % del PIB; el desempleo y la informalidad en índices socialmente insostenibles, y atornillada, una camarilla que jugará a ser francotirador desde los organismos de control y de justicia. Lo peor es tener que gobernar con una clase política corrupta, que aún no se entera de que en las pasadas elecciones presidenciales el país votó contra ella. Una casta astuta, experimentada, con doctorado en triquiñuelas, para la cual el Estado es un botín. La elección de Contralor es la primera medida de aceite a Petro. Los partidos Liberal, Conservador, Cambio Radical y La U se han puesto de acuerdo para elegir a la nueva contralora. Se atrincheran en su fortín burocrático. Es un mensaje al gobierno que hoy comienza. Vamos a ver cómo capotea el Presidente esta situación. El tiempo jugará en su contra. Necesitará días de 48 horas y años de 24 meses. En mi opinión, tiene abiertos muchos frentes. Me declararía satisfecho si lograra tres cosas: 1) Dar un golpe mortal a la corrupción y a la politiquería. Para esto no necesita reforma tributaria, basta que “les quite la chequera a los corruptos”, como dijo Rodolfo Hernández en campaña. Con corruptos no hay paraíso, puede ser un buen título para un nuevo libro del senador Gustavo Bolívar, ojalá no tenga que escribirlo. 2) Negociar con EE. UU. una nueva política antidrogas. El prohibicionismo sólo ha servido para fortalecer mafias, corromper funcionarios, soldados y policías y causar estragos ambientales. Presidente Petro: cree un hecho político hemisférico, legalice la marihuana. Tampoco necesita reforma tributaria, de hecho, generaría ingresos fiscales nuevos. 3) Desmontar ese engendro del Estado centralista, ineficiente y corrupto. Cuídese de no fortalecerlo. Este país es de regiones, Petro y Francia lo saben. Si se dejan tentar por cantos de sirena de ser los nuevos benefactores de la provincia entregando cheques y soluciones todo seguirá igual. Tampoco necesita reforma tributaria. La nación se queda con 86 de cada 100 pesos que se recaudan, hay que darles recursos a las entidades territoriales. Una distribución más equitativa de los tributos es necesaria. Presidente Petro, Usted no va a tener los catorce años que tuvo Evo Morales en el poder, ni los doce de Felipe González, ni los ocho años de Lula, y ni siquiera los cinco de Pepe Mujica. Siente las bases del cambio, con eso basta. Buen viento y buena mar. Presidente, por Colombia, ¡Todo por Colombia!

GUILLERMO PÉREZ

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