Las falacias de nuestras percepciones.

Siempre nos ha preocupado que nuestros sentidos, por los menos los cinco que acostumbramos a mencionar como importantes, funcionen bien. No deja de producir frustración y dolor el saber que hemos perdido la vista o que el otorrino nos advierta que estamos perdiendo el oído.

Siempre nos ha preocupado que nuestros sentidos, por los menos los cinco que acostumbramos a mencionar como importantes, funcionen bien. No deja de producir frustración y dolor el saber que hemos perdido la vista o que el otorrino nos advierta que estamos perdiendo el oído. Nunca nos preguntamos qué sería de nuestra vida sin el tacto o a que sabrían los limones si careciéramos de las papilas gustativas. Sería una locura imaginar que, para seguir viviendo, nos tuvieran que cercenar las dos piernas. Qué perfume escogeríamos si el olfato desapareciera con el transcurrir de una noche.

Gracias a los sentidos que nos ponen en comunicación con el mundo exterior comenzamos a moldear la vida como si estuviéramos haciendo galletas con figura de payaso. Sin advertirlo nos metemos en el molde y perdemos la modificabilidad estructural cognitiva que el Creador dio a nuestro cerebro. Para explicar esos términos del psicólogo Reuven Feuerstein en forma sencilla digamos que el cerebro es como una plastilina que puede tomar la forma que deseemos. Sin embargo, somos amigos de lo rígido, de los modelos, de los límites y fronteras, de meter a los pájaros en jaulas y a los peces en acuarios transparentes, de hacer de los demás, incluyendo nuestros hijos, personas de mentes cuadradas. 

Con el tiempo esa plastilina se endurece y qué difícil es que pensemos que hay mil caminos para llegar a Roma. Comenzamos a sufrir porque un cuerpo temporal y vulnerable lo convertimos, gracias a los moldes que fabricamos, en un organismo eterno y de acero. Si lo dudan llamen a Clark Kent, periodista tímido y torpe, pero que sale a la defensa de la justicia, con su traje de Superman. 

Eso es una falacia, una percepción equivocada de la realidad que nos llena de ansiedad. Sería menos dolorosa la vida si admitimos que somos seres con fecha de vencimiento, frágiles como porcelanas, falibles y defectuosos. En consecuencia el dolor no es un absurdo sino una señal que nos indica que somos mortales. La fragilidad, la exigencia de ser niños tiernos y felices. La falibilidad, la necesidad manifiesta de ir siempre dispuestos a aprender y corregir para llegar a la verdad. Y los defectos, la medida rigurosa de la imperfección que niega toda vanidad.  


Así seríamos capaces de renunciar a poseer sin medida y la codicia de los banqueros sería un vocablo más en los cuentos de hadas. Buscaríamos ser auténticos y las mentiras desaparecerían de la faz de la tierra como el rocío que evapora el sol con su llegada. Aprenderíamos que el sufrimiento interno nos comunica con los desvalidos y enfermos de la sociedad automatizada. Aceptaríamos de buena gana que hay personas diferentes y que todos tenemos defectos, lo cual impediría, que nos creamos perfectos y superiores.

Al fin comprenderíamos que más importante que tener una profesión u oficio es llegar a ser humanos. De esta manera, el doctor miraría a su enfermo como otro yo, el abogado expondría argumentos de comprensión y el juez sabría ser justo sin apelar a la rigidez de la norma, el sacerdote ofrecería el sacrificio sin distinguir entre santos y pecadores, el maestro mostraría la sencillez y el ejemplo como instrumentos preferidos de la didáctica, el bombero hallaría placer al incendiar de amor los corazones de quienes todo lo han perdido en el incendio, los padres y madres no buscarían tantas razones para separarse sino para brindar a sus hijos seguridad y cariño verdadero, la probidad y la decencia estaría en los programas de los políticos en la primera línea y los periodistas y comunicadores contribuirían a la civilización con noticias más que escuetas, edificantes. 

Pero ahora, como autor de este sueño, sólo espero que no me llamen iluso por creer en nosotros, los seres humanos.      

Credito
EFRAÍN GUTIÉRREZ ZAMBRANO

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