Redes sociales

Rafael Gutiérrez Solano

Hace algún tiempo observé una frase escrita en un modesto restaurante por la vía al mar, sitio donde la violencia fue implacable: “Haz que tus palabras sean suaves y dulces para que algún día no tengas que tragártelas”.

Este aforismo provinciano producto del lenguaje silvestre, es de un sublime contenido filosófico y muy oportuno en estas épocas cuando las redes sociales se han convertido en verdaderas cloacas a través de las cuales se insulta, calumnia e injuria sin ningún recato a cualquier persona.

Ese mensaje sencillo y contundente nos involucra a todos, pero en especial a aquellos que ostentan liderazgos, ejercen como servidores públicos o asumen posturas de todopoderosos, pretendiendo convertirse en los inquisidores de turno, buscando imponer por la fuerza y la ramplonería lo que debe ser fruto del debate y el raciocinio.

Se ha vuelto reiterada costumbre encontrar a personajes de gran poder nacional o regional utilizando estos medios para plasmar y regar allí cual veneno malévolo, todo su odio, mentiras y ánimos de venganza, buscando réditos para sus causas personales sin importarles que en este país aún existe un alto nivel de susceptibilidad que puede desencadenar nuevas violencias contra quienes discrepan de sus opiniones o puntos de vista. Produce estupor y vergüenza que quienes deben dar ejemplo de cordura, sensatez, buen juicio, hagan todo lo contrario y más adelante deban “tragarse sus palabras”.

Quienes insisten en apelar a la locuacidad y groserías en las redes, deben leer con atención dos artículos publicados en la edición 1840 de la revista Semana, “Los reinos del odio”, escrito por Álvaro Montes y la entrevista de Cecilia Orozco a Edison Lanza, relator para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos publicada en El Espectador del pasado domingo, para que se atemperen y aprendan que nadie por más importante que se crea en esta Nación, puede estar por encima de la Constitución y la Ley.

Las determinaciones legales que han adoptado algunos países en Europa para decir basta a las difamaciones y el matoneo político, deberían adoptarse ya en Colombia para controlar los ultrajes y noticias falsas. Por ende, la frase del gran escritor Ernest Hemingway sigue vigente: “Al hombre le bastan dos años para aprender a hablar y al menos 60 para aprender a callar”.

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