Las cortinas

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Difícil conocer lo que piensa el inventor de la cortina al ver la utilización que se le ha venido dando a su corte de visión hacia el interior, de lo que sea. En Colombia están siendo utilizadas por el gobierno y sus servicios de inseguridad del estado, con semovientes que esperan condecoraciones y ascensos por el asesinato de inocentes.
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Gracias a periodistas valerosos se ha podido ver, a pesar de las cortinas, que la corrupción en las fuerzas militares no tiene límites. No solo se asesina a inocentes, en la nueva edición de los falsos positivos, sino que se le vende armamento munición e información a  los mafiosos y los grupos armados ilegales de todos los pelambres; se venden los salvoconductos, los ascensos, los traslados, se chuza sin orden judicial y se “perfila” y amenaza a todos los que quieren correr las cortinas para que se sepa la verdad. Allí mandan los militares que piensan con las botas.

Las cortinas también ocultan a los curas pederastas, a los asesinos,  los funcionarios corruptos, politiqueros, gamonales, terratenientes y mafiosos, que con la violencia lograron la posición económica, social y política que hoy tienen y que con tanto éxito combaten la verdad.

En plena rumba, no faltaron los que vieron en el Covid-19 una gran oportunidad para robarse los dineros públicos, destinados a aliviar el virus de la pobreza, de los llevados del diablo. La vaina está tan institucionalizada que de contratos raros no se salva ni el duque. Y un discurso oficial se extiende como una cortina para ocultar un falso positivo o un chanchullo, un nombramiento chimbo o pendejadas tan grandes como las que sepultaron las aspiraciones presidenciales de quien le dio plazo a Maduro para salir en par de días de Venezuela.

A pesar de las cortinas también se logra ver las aspiraciones de Fernando Carrillo, que abre campaña disparando por los lados del Tolima.

Y mientras se la hacen con el virus siguen destruyendo la naturaleza impulsando el calentamiento global. Se desestabiliza la biosfera utilizando fósforo para abonar el suelo, envenenando la tierra, el agua y la atmósfera. El aumento de la emisión de gases efecto invernadero, como el dióxido de carbono, significa incremento de la temperatura que ocasiona la desaparición de los nevados, el crecimiento de los desiertos, algo que ya estamos viendo en el Tolima y no se arregla con discursos de los que sabemos.

Se joderá la producción agrícola, se incrementarán las inundaciones y se agotaran los cementerios. A lo mejor se quedan sin trabajo los que se oponen a la energía eólica y solar y quienes posando de sabiondos justifican la destrucción de subsuelo, impulsando la sacada de la sangre de la tierra y fomentando la explotación ilegal del oro, todo por unos pesos, como les toca a las que cariñosamente llamo “mis puticas”.

Esos lobos no van a defender el entorno de Calambeo, al que mucho daño le han hecho, ni lo que representa la reserva de Galilea,  menos el triángulo al que pertenecen varios municipios, especialmente el sacrificado  Ataco. Esta es la oportunidad para que, ante la carencia de clase dirigente en el Tolima, un grupo de ciudadanos de bien se organice para trabajar por superar los graves problemas del Departamento, pensando en los recursos naturales, la paz y la verdad.

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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