¿Por qué le temen a la verdad?

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

La verdad, el perdón y la justicia son necesarios. Tenemos que alcanzar la paz, pensando más en el país, en el futuro de los jóvenes y los niños, sin teñirla de intereses supuestamente ideológicos o económicos. Son muchas las organizaciones y las personas que han estudiado la violencia, dando ejemplo en el Tolima, pero se han quedado cortos en muchos temas.
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Sobre la existencia y accionar del famoso Batallón San Antonio, por ejemplo, muy poco se ha dicho. Hoy se sabe que fue organizado por el Ejército con campesinos conservadores de dicho municipio y el caso fue objeto de una tesis de grado, pero hasta ahí llegó. Todavía hay personas que recuerdan que ese batallón hacia las avanzadas para que el Ejército, la chulavita y los pájaros conservadores arrasaran las veredas liberales y se robaran el ganado de la vereda Berlín, de propiedad de la familia Perdomo, quienes perdieron toda su fortuna. Y sobre esos hechos nada se dijo. Silencio total. ¿Las razones? Que las averigue Vargas, el de las de Uribe.

Mucha tristeza produce recordar las masacres de Villarrica y los municipios vecinos, cuyos responsables aún reciben honores o viven el anonimato inducido. Estas masacres organizadas por gobiernos de comienzos de la década de los años cincuenta del siglo pasado, obligaron a los campesinos a organizar las autodefensas que fueron el origen de las Farc. Según el Gobierno, los responsables de todo el horror fueron los campesinos, seguramente por tratar de  salvar sus vidas. Pero los verdaderos responsables jamás fueron castigados y sí muy condecorados. Uno de ellos fue el que organizó y dirigió el intento de golpe a la Junta Militar que dejó en el poder a Rojas Pinilla.

Todos esos conflictos fueron abonando el terreno para la llegada del narcotráfico y el paramilitarismo. Y el magistrado que destapó la olla- Iván Velásquez fue perseguido y voló al exterior, como lo hicieron muchos investigadores del tema, que también tuvieron que salir corriendo cuando el fiscal Luis Camilo Osorio, ángel de la guarda del paramilitarismo, embolató la valiosa documentación encontrada en un allanamiento al parqueadero Padilla de Medellín, donde estaba toda la información contable  de los patrocinadores de estos delincuentes. Luego fue premiado con la embajada de México, no sin antes haber llevado a la Fiscalía de Cúcuta a su ahijada la batichica, que, como en los años cincuenta, hacia sus operativos con los paracos de Mancuso y tenía como su secretaria a la mujer de uno de estos bandidos. ¿Justicia? Mamolaaa!!!!!

No obstante, el perdón, el cuesco duro de la paz es posible y lo han demostrado las víctimas, que cada día nos dan ejemplo y  quieren aportar a la paz. Dejar a un lado los rencores y brindar acercamiento sincero, lo han hecho. Imposible, eso sí, esperar que olviden.

La verdad es necesaria, así asuste a los que atacan la Jep, quienes tienen mucho miedo de que se sepa la verdad y necesitan el silencio y la impunidad para  seguir destruyendo este país.

No podemos dejar en la mochila la Ética y la Moral, para rescatar valores y mejorar el comportamiento de todos. Un trompo en la uña.

HÉCTOR MANUEL GALEANO ARBELÁEZ

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